En 2011, el periodista musical Fernando Navarro publicaba con la editorial 66 RPM Acordes rotos: retazos eternos de la música norteamericana: un libro magnífico, con el que uno aprende, reconoce y se emociona, que es un breve recorrido por la música estadounidense del siglo XX a través de la vida y la obra de músicos (sobre todo 33 voces de la música popular estadounidensesolistas) relevantes, esenciales a juicio del autor, y del mío propio, «que no gozaron del mismo reconocimiento que otros coetáneos suyos o, simplemente, vieron truncadas sus magníficas carreras por la desdicha». Es, asimismo, y de una manera notable «una breve historia musical de un país que ha protagonizado el siglo XX con su supremacía mundial en todos los campos, incluido, y casi más que en ningún otro, el cultural». He decidido resumirte las razones por las cuales sus 33 protagonistas son verdaderos hitos y mitos de la música popular del siglo XX, figuras esenciales del conjunto de los conmovedores sonidos a los que a menudo llamamos música pop.

33 hitos de la #música popular norteamericana del siglo XX. Basado en ‘Acordes rotos: retazos eternos de la música norteamericana’, un libro magnífico del escritor y periodista musical @fernavarro17. Vive la música con @ibanezsalas. Clic para tuitear

Acordes rotos: retazos eternos de la música norteamericana

33 voces de la música popular estadounidense

Bessie Smith (1894-1937). «Blues del alma»

La música popular estadounidense del siglo XX (según Fernando Navarro)

Bessie Smith

«La primera gran estrella femenina en el firmamento de la música popular. Conocida como la emperatriz del blues, es paradigma del blues clásico, aquel que durante los años 20 norteamericanos se hallaba en la duermevela de los vodeviles y el insomnio desenfrenado de los cabarets«. Sus interpretaciones «son la quintaesencia del blues clásico».

Robert Johnson (1911-1938). «La leyenda blues del profundo Sur»

La música popular estadounidense del siglo XX (según Fernando Navarro) 1

Robert Johnson

«El bluesman que sintetizó los sonidos originales del Mississippi» y cantó «sus amores de paso, sus historias de hechizos o su tristeza masticada». Es el «arquetipo del cantante blues del Profundo Sur».

Woody Guthrie (1912-1967). «El auténtico héroe americano»

La música popular estadounidense del siglo XX (según Fernando Navarro) 2

Woody Guthrie

Su música, folk, transmitía «un mensaje de resistencia, de lucha diaria», él era «la voz de la clase trabajadora estadounidense», fue «un Huckberry Finn con guitarra, sin ataduras, en continua supervivencia», un «testigo de su tiempo» que le cantaba al lugar y a la dignidad que legítimamente le corresponde a cada ser humano en la sociedad.

Billie Holiday (1915-1959). «El resplandeciente dolor de la injusticia»

La música popular estadounidense del siglo XX (según Fernando Navarro) 3

Lady Day

Sus canciones eran un «torrente emocional» que hacían sonar «el dolor de la autodestrucción y la injusticia»: «su jazz vocal permaneció para siempre como emblema del orgullo humano y la dignidad personal». Fue «la luz más resplandeciente del jazz» y «su voz, a medio camino entre el lamento y la furia, era un llanto sin igual».

Charlie Parker (1920-1955). «Bello y frágil pájaro del jazz»

La música popular estadounidense del siglo XX (según Fernando Navarro) 4

Charlie Parker

«El maestro de la improvisación sonora y revolucionario del saxo que a pleno pulmón impulsó el bebop en la década de los cuarenta». Cambió «el curso del jazz tradicional y lo abalanzó hacia la modernidad». Él «fue capaz de traducir en tiempo real un discurso complejo y coherente sobre un ritmo vertiginoso». Al iniciar el bebop, que «era un reflejo del alma», verdadera música negra, «anticipó el latido afroamericano que se plasmaría más tarde con el movimiento de los derechos civiles».

Hank Williams (1923-1953). «Crónica de la más digna pena»

La música popular estadounidense del siglo XX (según Fernando Navarro) 5

Hank Williams

«Conocido como el Padre del Country, con permiso de Jimmie Rodgers, fue el cronista de la pena en la Norteamérica rural de la posguerra». Empleaba un «lenguaje cotidiano» y un «hillbilly afilado» y «sus canciones eran heridas sin cicatrizar». Se puede decir que «su country sonaba tan real como el viento del camino, que acompaña el solitario caminar». Se ocupó de «llevar la tradición negra americana del blues y la herencia sonora india del cajun a la poderosa audiencia blanca del siglo XX». Fue un maestro genial en explicar «lo que significa cargar con la pena, la más digna pena del hombre que solo está de paso en esta vida».

Howlin’ Wolf (1910-1976). «El lobo de la puerta trasera del rhythm and blues»

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Howlin’ Wolf

«Antes de que el rock’n’roll fuese lo que fue, existió el rhythm and blues urbano y este negro de Mississippi fue su lobo aullador, el músico que, con su blues eléctrico y garganta feroz, hizo posible, junto a Muddy Waters o Ike Turner, el nacimiento del rock tal y como hoy lo conocemos». Con «su voz diabólica, su grito ancestral», que «unía las esencias de la gran ciudad con el alma del campo», y su «ritmo boogie adictivo», lideró «en Chicago el estilo tal vez más crucial en la música popular del siglo XX».

Bo Diddley (1928-2008). «Antes que la palabra fue el ritmo»

La música popular estadounidense del siglo XX (según Fernando Navarro) 7

Bo Diddley

De él mismo decía: «Le abrí la puerta a mucha gente y luego me dejaron colgado». Es muy posible que «el rock’n’roll nunca sería lo mismo sin» él. Su labor «fue encender el fuego para que otros recogieran la antorcha». Su música siempre fue una «gozosa llamarada de reverberación primaria, anclada en la herencia africana, que se agarraba a un riff tan intenso como insólito». Junto con Chuck Berry, asimiló el blues eléctrico de Chicago, «marcado por un ritmo machacón y fuerte de guitarra eléctrica con una armónica amplificada»: lo suyo era ya «puro rock’n’roll instantáneo, algo nuevo, sin precedentes, auténtico éxtasis»: él, «con su denominado jungle sound (‹sonido de la jungla›) señaló con el dedo las emociones, y otros sencillamente siguieron esa dirección».

Buddy Holly (1936-1959). «Rutilante instante pop»

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Buddy Holly

«Hacedor pop por excelencia de la primera ola del rock’n’roll a mediados de los años cincuenta y genio capaz de concentrar en menos de tres minutos el fascinante vocabulario sonoro y lírico de los nuevos tiempos. Compositor y arreglista extraordinario, el cantante tejano simbolizó como nadie el deseo innato que se escondía en la música de consumo juvenil, así como lo efímero de una generación que lideró un sorprendente cambio de perspectiva artística y social». Consiguió plantar «las bases de la música pop, entendida como la rutilante captación del instante». Fue «el músico que hizo realidad la magia del pop».

Eddie Cochran (1938-1960). «La liberación del rock’n’roll original»

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Eddie Cochran

«Fue el hombre que pudo reinar cuando los jóvenes norteamericanos se identificaron con el rock’n’roll. Carismático y talentoso, era el mensajero más atractivo del nuevo ritmo vital que en los cincuenta estalló al meneo de caderas de Elvis Presley. Con descaro, sus canciones celebraban la alegría de la vida juvenil marcando, con tanta fuerza como el que más, la ruptura entre el pasado y la nueva generación, reivindicando con insaciables guitarras eléctricas un lugar para la juventud hasta entonces inexistente en un país que recuperaba los niveles de prosperidad de los años veinte». Era «dueño de un certero lenguaje y un sonido refrescante»: inocencia y naturalidad, «fugaz y único como su rock’n’roll».

Patsy Cline (1932-1963). «Conmovedora voz con corazón country»

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Patsy Cline

«La dama de voz aterciopelada, luminosa en plena tormenta sentimental, que reinó en el country a finales de los cincuenta y principios de los sesenta y transformó el género con su maravilloso ropaje pop». Destacó y es recordada por «sus baladas heridas, por sus pequeñas historias de desgracia y superación cargadas de verdad, de pasmosa y conmovedora verdad», y «es una de las artistas más importantes de la música norteamericana de raíces». Fue capaz de llevar «un country destilado con pasión y elegancia a las grandes audiencias, cruzando las fronteras de las listas temáticas del country & western a las del pop en una época donde la juventud buscaba emanciparse de los convencionalismos de su pasado inmediato»: ella «era una voz de marcado brillo pop aunque con verdadero corazón country».

Odetta (1930-2008). «Espíritu irrenunciable del folk»

La música popular estadounidense del siglo XX (según Fernando Navarro) 10

Odetta

Ella no se tenía por una mera cantante de folk, sino por «una historiadora musical».
Desde «la rudeza espiritual de su voz», evidenció «el valor del folk como arma de combate, como barricada de resistencia, para defender la dignidad humana y una sociedad más igualitaria durante la revolución de los derechos civiles a principios de los sesenta». Aunque «nunca tuvo el reconocimiento que se merecía por parte del gran público», fue «la mujer que otorgó al folk norteamericano una intensidad escalofriante, marcando a varias generaciones de compositores como Bob Dylan, Joan Baez o Janis Joplin». Esta afroamericana consciente. «con su grito robusto, su folk repleto de humanidad, definió aquel espíritu que acabó con centenarias fronteras psicológicas y luchó por valores irrenunciables».

Sam Cooke (1931-1964). «La voz divina del soul»

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Sam Cooke

«La voz divina de la música negra, que hizo de maravillosa pasarela entre el gospel y el soul a finales de la década de los cincuenta. Su timbre agudo y puro, repleto de alma, forma parte del mejor legado sonoro de Estados Unidos […]. Banda sonora de una época de cambios sociales, escuchar las canciones de Sam Cooke es sentir el abrazo de la vida: su trágico lamento, su alegría desenfrenada, su melancolía irremediable». Fue «el brillo de una garganta cultivada en la gloria sentimental del gospel que encuentra su lugar en la fogosidad profana del soul. El latido de una voz, tan profundamente humana y transcendental, que dio alas a la comunidad negra estadounidense».

Otis Redding (1941-1967). «Fuego sobrecogedor del sur»

Otis Redding

Otis Redding

Definió «con todas las de la ley un género: el soul». El prototipo de sus canciones (en ellas «se podía notar el sudor apasionado de quien no regateaba») era aquel en el que «la sección rítmica marcaba una suave cadencia mientras su lamento, quebrado y visceral, subía el ritmo y se colaba por los poros de la piel». Era «el negro de Georgia partiéndose el alma en cada composición, combinando en su voz el blues y el gospel con un ropaje pop» cuyas palabras «sonaban reales, como un canto personal, pero ofrecían un mensaje universal que entendía cualquiera. Iban directamente a los huesos. Su canto estaba presente en un país que vivía el dilema nacional de su identidad». Era «visceral e intuitivo» y representó «a un músico que rompe moldes, absolutamente suyo en la concepción del arte musical, entendido como una prolongación del cuerpo, como un estallido del alma».

Roy Orbison (1936-1988). «La soledad como estado mágico»

La música popular estadounidense del siglo XX (según Fernando Navarro) 14

Roy Orbison

«En su colosal voz latía la herida del puñal de la nostalgia» y «sus canciones cruzaban la frontera de lo humano, caían en el abismo emocional, se teñían de una solemne desazón, hasta hacerse únicas e imperecederas». Supo explorar un «sentido musical marcado por el drama, la emoción desbordante» por medio de «canciones de menos de cuatro minutos que se desenvolvían como un torrente sentimental, cogiendo fuerza, hasta terminar en una cascada de instrumentos y una voz en el infinito». Si su voz era «estratosférica» los arreglos de sus canciones fueron «operísticos». Su «llanto estratosférico» es capaz de recorrer «con ardor las tribulaciones del alma».

Doc Pomus (1925-1991). «La música puede salvarte la vida»

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Doc Pomus

«Su música es la música de un sueño con el que trasladarse a otro mundo, un sueño primario, original, humano, que nace del amor incondicional a los sonidos de la calle». Dejó al mundo «un legado glorioso de composiciones», alejado él mismo del éxito y el reconocimiento personal. Con el pianista Mort Shuman formó «una pareja de compositores irrepetible». Su pop era «estiloso y mestizo», añadía «ecos del jazz y la música clásica europea, matices de los ritmos latinos» y, principalmente «un amor declarado por el fascinante cancionero afroamericano», destilaba «puro sonido popular de metrópoli, hecho por gente joven de la calle para la calle» ejecutado «con arreglos magistrales, lenguaje familiar y temática cotidiana».

Fred Neil (1936-2001). «Guardián del secreto del folk-rock exquisito»

La música popular estadounidense del siglo XX (según Fernando Navarro) 13

Fred Neil y John Sebastian

«Su inescrutable voz era la carta de presentación de un folk-rock vanguardista, febril y espiritual en grado sumo. Cuando cantaba con su particular tono bajo y confidencial, aireado con concisos acordes acústicos o eléctricos, afloraba algo que va más allá de la simple canción». De obra «escasa pero maravillosa», sus canciones (puro folk introspectivo) se bañaban en un «blues blanco peculiar» y dejaban «testimonio de la añoranza vital, que brota sin avisar y no responde a más impulsos que los que dicta el incomprensible corazón».

Jimi Hendrix (1942-1970). «El éxtasis de la contracultura rock»

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Jimi Hendrix

«Considerado por muchos el mejor guitarrista de todos los tiempos», fue «un animal incontrolado y eléctrico que, con su potente y avanzado sonido instrumental, ilustró la revolución de los sesenta, redefiniendo los patrones del rock y marcando la nueva frontera social entre el tecnicolor de la contracultura y el blanco y negro del conservadurismo imperante». En la década de 1960, «la modernidad podía llamarse Jimi Hendrix. Nadie mejor que él concentró la catarsis del rock». Él, «con su rompedora imagen y su rock iconoclasta, era puro instinto. Justo lo que mejor se adaptaba al periodo más agitado de la historia contemporánea norteamericana». Fue «un rayo en mitad de la tormenta», cuyas «brutales canciones ofrecían una emergencia casi mitológica» sin ser en modo alguno «panfletos políticos»; y «definió, a base de rock centelleante, la contracultura y los últimos años sesenta. Situó la frontera entre la angustia y el éxtasi». Otro gigante, Eric Clapton, dijo de él que «cambió la escena del rock para siempre».

 Janis Joplin (1943-1970). «Pasión de blues-rock»

Janis Joplin, la reina blanca del blues, hubiera cumplido hoy setenta y cuatro años. Artículo de J. J. Conde. Poema de José Luis Ibáñez Salas.

Janis Joplin

«Breve pero extremadamente intensa, con apenas cuatro años de carrera profesional, nadie como ella ha representado al icono femenino del rock, el resplandeciente apogeo de la contracultura de los sesenta norteamericanos y el poder rupturista de una generación que devino en un lenguaje universal a través de la música». Sobrecoge el corazón escucharla cantar: «era como si encerrase en su llanto de blues, pasado por el filtro de la electrificación, todo el sentimiento desenfadado y convulso de la década de los sesenta». Ella rompía «moldes, echaba abajo ideas preconcebidas y desataba nudos espirituales como un tornado que pasa una vez en la vida para dejar su marca para siempre». La autenticidad de su voz «reformuló la tradición negra del blues a partir del rock y su garganta blanca».

Captain Beefheart (1941-2010). «El embrujo del rock paranoico»

La música popular estadounidense del siglo XX (según Fernando Navarro) 17

Captain Beefheart

Para Don Van Vliet (alias Captain Beefheart, dedicado a «configurar sonidos insólitos»), el arte se basa en una máxima: «la idea es exprimirlo todo». «Innovador e indescifrable», el músico californiano fue «el creador de una de las obras más influyentes y menos comerciales de la historia del rock. Sus experimentos sonoros, partiendo de las raíces norteamericanas, fueron concebidos como artefactos mágicos y misteriosos, repletos de ecos y pasadizos instrumentales, que colocaron al género en una nueva vanguardia cuando, en la transición de los sesenta a los setenta, el sueño hippie explotó por los cuatro costados». Era «un extraño merodeador que guardaba resonancias primitivas del blues y el jazz», en cuyas «composiciones, se captaba un revuelo de sombras, que se cruzaban, se alargaban y se achicaban. Era el paisaje paranoico». Su rock fue «enigmático y renovador», un rock que «contenía monstruos y mitos, revoluciones y noches de luna llena, existencias errantes y fantasías. Contenía el poder del embrujo musical».

Gram Parsons (1946-1973). «La épica de la música cósmica americana»

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Gram Parsons y Emmylou Harris

«El músico que hermanó el country y el rock a principios de los setenta, creando un lenguaje completamente diferente e íntegro, rastreando, como un autoestopista solitario, en las carreteras secundarias de la noche norteamericana». Supo tomar «de la contracultura su deseo de experimentación pero dentro de sí latía el country con toda su fuerza y percepción vital». Su música fue doliente, «pero extraordinariamente evocadora. Música cósmica americana, como él mismo la definía. Demasiado country para el rock. Demasiado folk para el country. Demasiado psicodélica para el folk. Música indagadora y genuina, que estaba en todas partes y, en definitiva, no pertenecía a ninguna. Se hallaba en la misma raza de la cultura estadounidense, en su virtud de alcanzar la tierra prometida sin dejar atrás sus pecados y sus fantasmas». Él «introdujo toda la cultura del rock en el country».

Bobby Charles (1938-2010). «La seducción de tenerlo todo menos el éxito»

La música popular estadounidense del siglo XX (según Fernando Navarro) 19

Bobby Charles

«Maestro compositor del rock’n’roll en la sombra, joya oculta del R&B de Nueva Orleans y fino creador de historias de carretera», su música elegante y sabia fue admirada por muchísimas figuras de la música popular pese a «su anonimato absoluto». Sí, «tenía una voz llena de soul y procedía del sur», pero no era negro. «Conseguía que sus composiciones fueran referencias tanto para los músicos del rock’n’roll, como para los cantantes de R&B negro. Con verdadera maestría, era capaz de poner un pie en ambos territorios sin caerse ni pisar en balde».

Townes Van Zandt (1944-1997). «La poesía del perdedor»

La música popular estadounidense del siglo XX (según Fernando Navarro) 20

Townes Van Zandt

«Cantautor tejano del country crepuscular y poeta que huyó del éxito prefiriendo vagabundear por pueblos y ciudades, en su espiral de alcohol y moteles», fue «como un espíritu dolido que vagaba por garitos y escenarios de segunda con su música afligida y bella, con sus poderosas historias de perdedores y perdidos». Usó «la puerta de atrás del mundo musical para adentrarse en los lugares más recónditos del inconsciente colectivo norteamericano, allí donde uno se puede asomar al vacío y masticar la tristeza». A su estilo, «asentado en el country, no le faltaban raíces del folk y el blues». Fue «el verso libre del country».

Waylon Jennings (1937-2002). «Sentimiento fuera de la ley»

La música popular estadounidense del siglo XX (según Fernando Navarro) 21

Waylon Jennings

«Pocos músicos en el country han trazado un camino tan personal como aplaudido por todos. Más de 15 números uno en las listas del género y millones de discos vendidos certifican que el cantante fue bien acogido durante años, aunque fuera un destacado miembro del movimiento outlaw». Le sopló «al tradicional country un latido rock», él que estuvo «a la altura de Johnny Cash, Merle Haggard o Willie Nelson» y «era un inconformista, un vaquero de raza, un músico con un reconocido propósito artístico» que puso «más sangre a las composiciones y añadiendo rudo honky tonk allí donde había un tazón de azúcar». Su música es «country con sabor a Texas, de orgullo herido y condición de supervivencia. Música que responde a una premisa: nada merece la pena si no se siente».

Marvin Gaye (1939-1984). «La monumental mística del soul»

La música popular estadounidense del siglo XX (según Fernando Navarro) 22

Marvin Gaye

«El gran seductor del soul» cuya «obra en Motown fue un referente absoluto por sus esplendorosas canciones de pop en los sesenta y sus monumentales discos conceptuales en los setenta». Representó «la máxima expresión del mejor soul al tiempo que su mundo interior se llenaba de contradicciones y fantasmas, debatiéndose intensamente entre la liberación y la culpa, el sexo y la moral, lo profano y lo sagrado». Él «era la mística hecha música». También fue capaz de explorar «en el jazz y el funk para recrearse en el erotismo y el deseo desde su perspectiva religiosa de culpa y redención. Y volvió a unir los mundos del gospel y el pop». Fue el músico que revolucionó el soul, «expandiendo su lírica, su sonoridad y, sobre todo, su sensibilidad, interiorizaba el dolor. Con su profunda fe, absorbía el dolor y hacía de ello una bella súplica musical», una oración desbordante de ritmo y humanidad.

Nico (1938-1988). «La musa existencialista del rock»

Nico

Nico

«Artista inclasificable, la cantante, modelo y actriz alemana, que encontró su Ítaca artística en el Nueva York bohemio de los sesenta, fue un verdadero icono para la generación del punk-rock estadounidense [..]. Su carrera autodestructiva y rupturista, en el epicentro del rock vanguardista, se situaba en el lado peligroso. Pero nunca fue lo suficientemente reconocida».

Johnny Thunders (1952-1991). «El príncipe del nihilismo punk»

Johnny Thunders

Johnny Thunders

Nadie como él «representó el espíritu nihilista del punk original, cuando la juventud de los setenta proclamó su libertad». Por medio «de sus riffs viciosos y su actitud desafiante, captó todo el romanticismo, la chulería y la credibilidad callejera del punk neoyorquino». De hecho, «su excitante obra y su agujereada vida se mantienen todavía como uno de los testimonios más reales de la revolución del punk, de su escepticismo y su radical postura contra el orden y la moral». Es, sin duda, «un icono del rock maldito» que simboliza «la conquista del punk pero también su naufragio».

Willy DeVille (1950-2009). «Invocando a la magia de la supervivencia»

Willy DeVille

Willy DeVille

Sus canciones fueron «un material bastardo, permeables a estilos dispares para crear un cóctel genuino y fascinante». Catalizador de múltiples influencias, «se pasó toda su vida invocando a los espíritus de los instigadores del rock’n’roll, el soul, el R&B, doo-wop, la chanson o la salsa para entrar en comunión con el arte, creando un limbo creativo sin comparación en el mundo del rock, donde el romanticismo callejero de cuerdas y metales podía convivir con la alegría fronteriza de percusiones y ritmos mestizos». Su música vive en el «resbaladizo territorio de lo ecléctico».

Alex Chilton (1950-2010). «El don de la libertad y la melodía»

Alex Chilton

Alex Chilton

«Un músico agraciado con el don de la melodía» que «representaba al artista independiente y calavera», aquel que, «tanto en lo artístico como en lo personal, seguía su instinto, sin límites, excesivo en ocasiones, tal vez no siempre sabiendo lo que quería pero sí sabiendo lo que no quería». Influido por «el soul sureño y los sonidos de la Invasión Británica», «su música comenzó siendo white soul (‘soul blanco’), una etiqueta que a mediados de los sesenta englobaba a artistas blancos marcados por el R&B de la Motown y Stax Records” para desembocar en «un estilo melódico de grandes vuelos que hacía florecer las semillas del power-pop. Guitarrazos directos, voces sugerentes y magnífica capacidad para absorber al oyente por su belleza intensa». Sus últimos años permitieron que disfrutáramos con «algún estupendo coletazo de pop-rock de vieja escuela».

Stevie Ray Vaughan (1954-1990). «El último gran pistolero del blues»

Stevie Ray Vaughan

Stevie Ray Vaughan

«El bluesman que redefinió el blues con su brebaje tejano en plena década del pop de discoteca y el rock de estadios». Fue un «pistolero capaz de dar en la fibra, con sus guitarrazos llenos de boogie» que logró «situar de nuevo el blues en el mapa mundial del rock» después de que «el matrimonio entre el blues y el rock se separara a mediados de los setenta». Como parte de una larga tradición, sus guitarras «aún hoy, resuenan afiladas e inmortales en la prodigiosa cantina del blues».

Jeff Buckley (1966-1997). «Belleza pura de rock»

Jeff Buckley

Jeff Buckley

«Al igual que un artesano, moldeó una melancolía adherente a los tiempos que radiaba luz y señalaba la épica de la vida». Existe «algo sobrecogedor en su voz, como una resonancia que apacigua el paso del tiempo y cura las heridas». Su único elepé se tituló Grace, «un álbum que aparece en todas las publicaciones musicales como una obra maestra de los noventa, sale tocado. Aprecia la sensación del vértigo, siente el aliento de la existencia, bajo un aura bella y etérea. Cuando ya en los noventa, como ahora, muchos valores vitales parecían traducirse simplemente bajo términos materialistas, ajenos al contacto humano, Grace era como adentrarse en un bosque encantado lleno de fabulosos secretos».

Elliott Smith (1969-2003). «Melancólico pop deslumbrante»

Elliott Smith

Elliott Smith

«Pocas veces la tristeza ha sonado tan deslumbrante como en su pop preciosista», en sus «canciones como un calidoscopio al giro. Luces y sombras se alternan en ese carrusel en movimiento. La riqueza de arreglos y una voz frágil reproducen el juego de contrastes». Todo «el pop que soñaba en su cabeza estaba basado en una progresión interior de las melodías. Con arreglos más cristalinos, se trataba de dejar espacio a la música como síntoma vital, bien fuera en una faceta eléctrica o en una acústica. Las canciones, como los sentimientos, tenían que esconder su propio universo, aunque estuviera formado por mundos opuestos. Letras angustiosas con música evocadora. Música cruda con letras más optimistas o irónicas».

Vic Chesnutt (1964-2009). «El hermoso arte de dar sentido a la melodía»

Vic Chesnutt

Vic Chesnutt

«Excelente compositor folk, creador de un prodigioso universo frágil y dispar», confesaba «su dolor a modo de canciones desnudas, sin recreos más allá de su sarcasmo y sus punteos concisos». En sus canciones «brillaba una dignidad ejemplar. Se escuchaba la voz de un hombre que abría su alma de par en par, intentando asumir su desventura, con el único fin de dar salida a sus fantasmas y sus ángeles». Considerado «como el mejor cantautor de la escena independiente norteamericana en la década de 1990», fue un antecesor del folk-rock alternativo de finales del siglo XX. «Con precisos y emotivos acordes, rastreaba su alma para universalizar sus sentimientos de desamparo y búsqueda de felicidad en un mundo donde la presencia de la fatalidad era constante». Patti Smith dijo de él: «Poseía una energía y un humanismo sobrenaturales».

Y fin

«Musicalmente, Chesnutt, como tantos otros antes, fue como un acorde en mitad de una gran canción, dispuesto a actuar para dar sentido a la melodía. Un acorde, capaz de sonar durante al menos un instante para y por cada uno de nosotros. Ese instante en el que todo tiene significado y nada te vence, ni siquiera las injusticias de la vida. El acorde que forma parte, como cantaba Bob Dylan en Chimes Of Freedom, del sonido compartido de ‹las radiantes campanas de la libertad›, centelleando, tañendo, para la eternidad».

La emperatriz del blues, la voz estratosférica de Roy Orbison, la fragilidad de Bird, el dolor de Vic Chesnutt, el mágico mestizaje de Willy DeVille, el nihilismo de Jonny Thunders... Mitos, acordes rotos. @ibanezsalas. Clic para tuitear

 

La música popular estadounidense del siglo XX (según Fernando Navarro)

Un artículo de José Luis Ibáñez Salas

Director de Anatomía de la Historia

 

La música popular estadounidense del siglo XX (según Fernando Navarro) 33

Acordes rotos: retazos eternos de la música norteamericana

Fernando Navarro

66 RPM

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