àtLa pasada semana fui a ver al Teatro Calderón de Madrid el último espectáculo de La Cubana. Desde que hace ya muchos  años viese su exitoso Cómeme el coco, negro (1989; reposición, 2008) siempre que he podido he acudido a sus propuestas teatrales.  Si he de ser sincero diré que cuando adquirí las entradas para ver Adiós Arturo, no recordaba (¡ventajas de la edad, sin duda!) que hacía siete años me decepcionaron bastante en Campanadas de boda, algo que afortunadamente en esta ocasión no ha ocurrido.

Adiós, Arturo, nuevo espectáculo de La Cubana que no debes perderte 1

La Cubana tiene unas señas de identidad muy claras desde sus inicios en 1980. Fundamentalmente sus propuestas son de comedia, con mucho ingrediente de teatro musical, muchísimo colorido en todo (luces, vestuario, decorados, caracterización del elenco…), sorpresas desde antes de entrar al teatro y muchas más dentro, sana provocación y participación del público que incluso sube al escenario en algunos momentos. Esto es La Cubana. Así ha sido y así será.

En Adiós Arturo el autor del libreto, su director y fundador Jordi Milán, pone el punto de mira —como siempre ha hecho La Cubana, por otra parte— en un aspecto de la cotidianidad humana, en esta ocasión, los entierros, funerales, adioses y lecturas testamentarias. Así dicho parecería que las risas  no tuvieran mucha cabida en esta representación. Craso error. Estamos ante todo lo contrario, ante un canto a la vida, a la alegría, al carpe diem (aprovecha el momento), a la sinceridad, a no caer en las  falsas adulaciones o frases huecas que suelen utilizarse en actos luctuosos como los entierros…

Hoy nos vamos al #teatro con @juancargalan, que nos cuenta de qué va la divertidísima #AdiósArturo de @_LaCubana. Música, diversión, provocación en el #TeatroCalderón de #Madrid. Nunca un #funeral fue tan divertido. Clic para tuitear

En el espectáculo se enfrentan dos mundos: el auténtico y vital que vivió Arturo aunque, lógicamente, al haber vivido nada más y nada menos que 101 años sus alegres compañías de juventud asistan ahora al Homenaje-despedida que por decisión personal suya se le está rindiendo en el Teatro Calderón donde nos encontramos (teatro dentro del Teatro) en el estado propio de los años que tienen:  con oxígeno y gotero, con el cuerpo ajado habiendo sido stripper de joven, con la voz algo deteriorada quienes en sus años de gloria fueran la diva Renata Pampanini o la cantante mexicana Lucía Olivares… Pero lo importante es que pese a la evidencia  del paso del tiempo ellos están ahí alabando la vida, recordando las alegrías vividas y huyendo de todo lo oscuro y pesimista. Frente a este grupo sincero y vital se encuentra el falso de la familia —los sobrinos con sus respectivos cónyuges— que de negro repiten las frases huecas y rituales propias de los funerales. La Familia sólo desea que en el testamento sean bien tratados por Arturo, pero… Bueno, para saber eso hay que ir a ver la función, es evidente.

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Diez son los componentes del elenco teatral (Jaume Baucis, Xavi Tena, Toni Torres, Nuria Benet, Alex González, Babeth Ripoll, Montse Amat, Toni Sans, Edu Ferrés y Virginia Melgar) los cuales se desdoblan en numerosísimos personajes. Cada uno de los actores y actrices se transforma en cinco o seis  en un frenético cambio de caracterizaciones del que el público apenas sí es consciente. Estos diez comediantes acompañan al público no sólo durante las dos horas sin intermedio que dura la función sino también desde su entrada al patio de butacas como si se tratase de acomodadores o personal del propio teatro.

Lo específico de La Cubana es la luminosidad que acompaña a sus producciones. Una luminosidad que no se queda sólo en esos colores chillones (verdes, amarillos, naranjas, azules…) que portan actores y actrices sino también en la iluminación y el discurrir por el patio de butacas de otros ‘actores’ que lucen lo que en principio se antoja como inapropiado al lugar: cuatro monjas, dos o tres toreros, unos tunos, hombres con suriyah y turbante, mujeres con peineta… y hasta un obispo especialmente llegado desde Salamanca. Todo como se ve muy surrealista y divertido.

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Y luego naturalmente está la música. Porque La Cubana en todos sus espectáculos y también en  éste, claro es, se sitúa en el ámbito del vodevil, de la comedia arrevistada, del  burlesque que tanta historia y tradición ha tenido desde siempre en Barcelona. Viendo a La Cubana —el humor, las canciones y la música de sus montajes— uno no puede por menos que pensar en que está asistiendo a una tradición teatral muy habitual en muchos de los espectáculos presentados históricamente en los teatros del  Paralelo barcelonés. Su cabaret más emblemático, El Molino, se viene a la cabeza contemplando la puesta en escena general de Adiós Arturo y sobre todo viendo alguno de los números de bailes presentados.

 

Juan Carlos Galán