El mal cambia de rostro o al menos, esa es la percepción de la cultura pop sobre sus monstruos favoritos. Desde el elegante vampiro de Christopher Lee para la factoría Hammer hasta el joven andrógino imaginado por Stephenie Meyer, el vampiro es quizás la criatura que encarna de manera más fidedigna ese tránsito entre la maldad absoluta Drácula de Moffat y Gatiss: ¿por qué deberías verla?— y divorciada sobre cualquier noción sobre la humanidad — y una mucho más matizada, relacionada con preguntas morales sobre la capacidad del hombre para crear su propia versión de lo maligno. De modo que no resulta sorprendente que el bebedor de sangre clásico, extraordinario en su ferocidad y temible en su completa ausencia de consciencia, un reflejo del recorrido del hombre moderno desde el excelso positivismo hacia una idea más inquietante sobre la identidad colectiva.
A partir de esa premisa, la concepción de lo monstruoso parece reflejar no solamente lo que el hombre comprende sobre las regiones desconocidas de su mente, sino además, lo que le expresa a partir de ella. ¿Y qué otra es un monstruo, sino una criatura nacida del terror del hombre, esa visión incompleta y a fragmentos que tiene sobre símismo? ¿Esa noción de lo que nace y muere a partir de sus propias percepciones sobre el mundo que le rodea? Quizás el Bien siempre sea una aspiración moral que intenta construir y mostrar lo mejor del espíritu humano, mientras que el Mal es esa necesidad insistente de construir un concepto evidente sobre lo que tememos llegar a ser.
Sin #spoilers, @Aglaia_Berlutti analiza el #Drácula de #Netflix. ¿Qué tiene de extraordinaria y diferente esta versión de Moffat y Gatiss? ¿Y a ti, fanático de #BramStoker, qué te parece esta reinvención del clásico? Share on XLos vampiros de Strieber y Anne Rice
Antecedentes sobre el fenómeno sobran: la alegoría del vampiro del escritor Whitley Strieber en el libro El ansia es quizás una de las más elegantes y sentidas de las últimas décadas, pero también es una aproximación de los terrores y pequeñas aspiraciones de la mente humana relacionada directamente con nuestra época y sus brillantes ambiciones. Elegante, reflexiva pero sobre todo, una extrañísima mezcla de belleza y dolor, la novela de Strieber no es solo una visión por completo renovada del mito del vampiro — al cual añade una profundidad contemporánea que desconcierta — sino también de la inmortalidad. Porque para Strieber, un autor obcecado con las grandes y pequeñas obsesiones de un siglo descreído y apático, crea un universo donde el vampiro no es sólo una criatura que deambula entre los milenios y que sobrevive a la muerte, sino capaz de comprender su propia atemporalidad. Los vampiros de Strieber, son enternecedores y a la vez temibles, en una mezcla absurda pero sumamente efectiva de tópicos que convierten la inmortalidad no en una mera supervivencia, sino en una búsqueda de trascendencia. Para Strieber, la necesidad de enfrentarse a la muerte es una forma de bondad y también de maldad. Entre ambas cosas, la conciencia humana, la necesidad de evasión y sobre todo, la construcción del mito y el poder de la inmortalidad se tambalea. Ya no se trata del monstruo que lucha por sobrevivir — tal vez así mismo — sino el que contempla, desde la inmutabilidad de lo eterno, el mundo que ama y que a la vez abandona por mero deseo intelectual, con enorme facilidad.
Se ha dicho que la novela de Strieber es el precedente inmediato de la mundialmente conocida Entrevista con el Vampiro de la autora Anne Rice, todo un prodigio filosófico donde el monstruo se debate entre su propia humanidad y el dolor insistente de su naturaleza monstruosa. No obstante, la novela de Strieber es mucho más profunda en el planteamiento y se hace preguntas muy puntuales sobre todo tipo de percepciones sobre lo que la naturaleza del hombre aspira como eternidad y esperanza, y lo que realmente encuentra, en medio de un mundo decadente y superficial. Los vampiros de Strieber, a diferencia de los de Rice, están profundamente conscientes de la debilidad de lo que interpretan como realidad, como si su incapacidad para comprender la muerte en el temor, fuera otra de sus capacidades sobrenaturales. Eso, a pesar que los personajes de Strieber son tan profundos y complejos como los de la escritora oriunda de Nueva Orleans. No obstante, para Strieber el cuestionamiento sobre la mortalidad y sus infinitas implicaciones es mucho más sutil que la simple idea de la longevidad. Hay un elemento de dura angustia existencial, que trasciende de la idea a la supervivencia al terror universal de morir. Una construcción elemental de lo que comprende como una idea esencial para comprender a sus monstruos: una sensibilidad y temor por esa noción de la mortalidad que bien podrían jamás sufrir, pero que les rodea, que forma parte de su vida, que se repite insistente en cada uno de los actos que disfrutan, que celebran, que ocultan. La muerte en todas partes, el Mal supremo convertido en una simple percepción sobre lo falible y frágil del cuerpo humano. Un análisis quizás doloroso sobre el tiempo como una idea que castiga, destroza y lastima la naturaleza del hombre.
El Drácula millennial de Steven Moffat y Mark Gatiss
¿Y cómo podría ser un vampiro para una generación educada bajo el brillo de la ciencia exacta, con una moral cínica y sobre todo, con acceso a todo tipo de prodigios tecnológicos? La miniserie Drácula de Steven Moffat y Mark Gatiss se plantea la pregunta desde la percepción de la moral mutable contemporánea, arraigada en la vanidad, la codicia y una fatua percepción sobre los orígenes de un mal primitivo y atávico.
¿Qué tipo de #vampiro correspondería a una generación educada bajo el brillo de la ciencia exacta, con una moral cínica y con acceso a todo tipo de prodigios tecnológicos? Contesta, @Aglaia_Berlutti. #Drácula #miniserie #Netflix. Share on XInterpretado por el actor Claes Bang, el nuevo Drácula millennial no es una figura lóbrega, sufriente y martirizada por su pasado, como se suele imaginar en las más recientes versiones del monstruo favorito de la cultura pop. En esta ocasión no sólo se trata de una criatura exquisita, de brillante inteligencia sino con una inteligencia poderosa, mucho más semejante a la siniestras y exquisitas criaturas de Rice que al sufriente personaje interpretado por Gary Oldman en la ya clásica versión de Coppola. El vampiro de Moffat no sólo es una reinvención del clásico, sino también, una confrontación directa con sus pequeños espacios invisibles. No sólo es una figura maligna sino también, una plena de poder, llena de energía intelectual y sexual, pero sobre todo, es un personaje inclasificable. La enésima versión de uno de los personajes más famoso de la literatura, llega a la televisión desde una perspectiva tan fresca como atractiva: es la representación del mal absoluto, pero también es un hombre brillante — y no, no hay que preocuparse que lo sea como el olvidable Edward Cullen — que tiene en mente un gran plan. Uno que incluye una voracidad intelectual extraordinaria, devastadora y poderosa. Desde esta noción de la ambición, la serie es un nuevo rostro para el mal sin atenuantes, pero también, un nuevo rostro para la tentación y la seducción de los espacios oscuros de nuestra naturaleza.
Por supuesto, también es una obra clásica gótica y como tal, abunda la sangre, la oscuridad y la elegancia misteriosa de los castillos y grandes habitaciones en penumbras, pero lo realmente original de este Drácula para la segunda década del Milenio, es sin duda su cualidad cínica, violenta, bestial y al borde de lo que podríamos suponer incluso desconcertante. El Drácula contemporáneo no sólo es amante de los juegos de palabra, del humor retorcido, sino que también es una bestia violenta, un hombre con una visión política a largo plazo y una criatura inmortal planeando el futuro. Todo bajo el empaque de un caballero impecable que siempre sonríe después de matar.
Un #Drácula que no percibe su existencia como sufrimiento, una criatura exquisita, inteligente y con un sádico sentido del humor. Un caballero impecable que siempre sonríe después de matar. @Aglaia_Berlutti. Share on XSin duda, a una buena cantidad de fanáticos del género de vampiros y del cine gótico en general, le puede resultar por completo incómodo un Conde Drácula tan consciente de su atractivo, más interesado en vivir que en sufrir una larga existencia de penurias en la oscuridad y sobre todo, uno que tomó la decisión consciente de enfrentar el mundo de los hombres con sus propias armas. Pero es inevitable que el vampiro se transforme de generación en generación, que tenga un rostro nuevo para cada forma del mal cultural que representa y que sin duda, sea un símbolo mutable de lo que consideramos maligno. Sobre todo, a medida que este Drácula elegante, que disfruta de la sangre como el mejor vino y aprecia la inteligencia de sus contrincantes y víctimas como parte de una connotación más amplia sobre el alma humana, extiende su alargada sombra a través de los siglos. El Drácula de Moffat es un hedonista impenitente que además tiene un gusto retorcido por la conciencia rota de un siglo que descubre a través de sus defectos. Quizás el mayor mérito de una reintepretación audaz de un mundo siniestro que se sostiene sobre nuestra fascinación por un tipo de peligro primitivo y de una salvaje belleza.
El #Drácula de #Moffat es un hedonista impenitente con un gusto retorcido por la conciencia rota de un siglo que descubre a través de sus defectos. @Aglaia_Berlutti: ¿Por qué deberías ver la enésima versión del clásico de #BramStoker? Share on X
Un artículo de Aglaia Berlutti
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Un vampiro estúpido y una monja farolera (persona que hace o dice cosas exageradas con las que pretende presumir, sorprender o engañar). Ese es mi resumen de la miniserie Drácula de Steven Moffat y Mark Gatiss.
Ni entiendo ni comparto la fascinación que ha despertado.
Si se trata de una revisión del clásico para adaptarlo a una «generación educada bajo el brillo de la ciencia exacta, con una moral cínica y sobre todo, con acceso a todo tipo de prodigios tecnológicos», será por eso que sus colmillos actúan como una USB que cada vez que se conecta al cuello de una víctima no solo chupa sangre sino datos a diestro y siniestro.
Aunque en las anteriores versiones no fuera gritando a los cuatro vientos “voy a ser poderoso porque rico ya estoy”, el atractivo sexual de Drácula siempre ha estado ahí, así que difícilmente puede incomodar.
¡El esnobismo de este Drácula espanta más que sus colmillos!
Si yo hubiera sido el último habitante de la tierra se hubiera muerto de hambre porque nunca jamás le habría invitado a entrar.
El último capítulo es un desbarre total.
¡Hola Teresa! Creo que el gran truco de este Drácula es reflejar como un espejo lo que somos: Nuestra época es arrogante, ufana, vanidosa, en apariencia con un poder enorme…pero bajo esas capas y dimensiones, sólo somos criaturas ávidas de reconocimiento. Como bien comentas, para Drácula habría sido más doloroso haber sido ignorado que una estaca en el pecho. ¿Qué te dice eso sobre un monstruo para este ego contemporáneo, construido sobre sus logros fatuos y su blandura dolorosa?
Me pareció una metáfora brillante.
Gracias por comentar.
La imagen de Drácula que se va construyendo a todo lo largo del primer episodio es muy poderosa. Es ese el episodio que tiene más fuerza y valdría por sí solo como un largometraje. Tiene un guion atrevido y rompedor como podía uno esperar de Moffat, con ese conde casi todopoderoso pero a la vez de un humor tan mordaz como humano. Ese episodio me hizo tener pesadillas.
Ya el segundo episodio me gustó un poco menos. Sólo un poco. En algunos momentos me pareció que daba vueltas sobre sí mismo y empecé a impacientarme. Pero el tercer episodio me decepcionó de cabo a rabo. Incluso me parece que estropea un poco la construcción del personaje que se venía haciendo en los dos episodios anteriores.
Pero, por supuesto, volveré a verlo en eventuales nuevas temporadas. Moffat lo vale hasta decepcionando. 🙂
Creo Jorge que quizás, el problema radica en que la forma de construir y elaborar una maldad moderna, pasa por la imperfección. Drácula es falible, vanidoso, incompleto, en perpetuo aprendizaje. Tal y como es nuestra época, llena de conocimiento superficial pero a la larga, poderoso. Es la gran visión de la eternidad de Moffat y me parece es de una audacia asombrosa.
Estoy de acuerdo al 99%. El Drácula hedonista, sarcástico e incontrolado de los dos primeros capítulos es fascinante y una reinvención del personaje bastante atractiva. Pero el Drácula de la segunda mitad del último capítulo me mató. No puedo con ese final. Un personaje tan carismático merecía otra cosa. Se puede decir que disfruté más o menos el 80% de la serie. Lo otro no sé cómo, pero tendría que haber sido diferente en mi opinión. Aún así, merece la pena verla y es bastante disfrutable en general.
¡Hola Jorge! Creo que los productores jugaron con la posibilidad de analizar cual habría sido el futuro del personaje, si Stoker pudiera haber escrito un epílogo de la historia en nuestra época. Nota algo: la novela original usa todo tipo de recursos tecnológicos que en su momento, eran de punta: maquinas de escribir, magnetófonos, incluso avances en la medicina. Al final, Stoker manejó la idea de enfrentar un monstruo con los recursos de una época luminosa, una idea que podría resumir el capítulo tres de la serie y reivindica ese aire modernista del texto de origen,
¡Gracias por comentar!