El miedo a la vida

«Vivir es ser otro»

Fernando Pessoa

 

Muchas veces pensé que el gran miedo de los humanos era la muerte, la muerte biológica, el final de todos los finales… sin embargo con el tiempo descubrí que el miedo a la vida es muy frecuente, muy intenso y desconocido. El miedo a vivir es también una de las formas que toma la muerte. Aunque caminen por la calle, trabajen, hablen, la calle está llena de muertos caminando, muertos de miedo a vivir, y deteniendo el proceso de transformación de la vida.

Bernardo Schuff

El miedo a la #vida es una hipoteca. Clic para tuitear

Admitamos que nuestro conocimiento de la vida es insuficiente, imperfecto e inadecuado.

Pensemos en esto, se trata de un conocimiento parcial, disociado de la totalidad de la vida y que no nos sirve para evolucionar. El miedo a la vida es una hipoteca.

A veces nos confundimos y autoengañamos porque creemos que la vida es agitación, velocidad, ruido.

Nosotr@s (no todos, pero sí la mayoría), somos sujetos modernos, contemporáneos, que vivimos tan preocupados y ocupados por lo exterior y superficial, que ignoramos, descuidamos, omitimos, sencillamente abandonamos, y así desconocemos la búsqueda del significado profundo de la vida.

En su actitud interior prevalece un sentido disperso y superficial de los valores. La vida en su esencia, no es una cosa desordenada y caprichosa, sino la expresión de un modelo que responde a leyes profundas y precisas.

Nos da miedo vivir, entregarnos con generosidad y coraje a lo desconocido.

«José es un joven ex paciente que demoraba años en tomar la iniciativa y asumir  decisiones, llevar adelante sus deseos y realizarlos, postergaba y postergaba porque no tenía conciencia del tiempo. Eso terminaba generando rechazo y agresión en los otros que padecían su inercia. Pasaba el tiempo y él estaba en el mismo lugar aunque se sintiera mal. Se quedaba, permanecía en el malestar con una cierta anestesia. La comodidad, la evitación del cambio, la facilidad de lo conocido y previsible, el miedo a la soledad, al abandono, lo convertían en alguien con su vitalidad muy disminuída. Era un maestro de la excusa. Excusas que le permitían autoengañarse y poner las verdaderas razones afuera, como si él no tuviera responsabilidad, se quedaba sin capacidad de respuesta. No reconocía su patología: la procrastinación. Es un proceso patológico de demora, decadencia y deterioro. Es una forma del miedo a la vida. Evita el desafío y la aventura de vivir.»

Nos da miedo vivir, entregarnos con generosidad y coraje a lo desconocido. Clic para tuitear

El miedo bloquea un acceso más libre y fluido a nuestra propia subjetividad, a nuestro mundo interno, al conocimiento de nosotros mismos, o nos empuja hacia actos esforzados, actos de sobreadaptación a la realidad.

La vida demacrada pierde color, resonancia y deja de ser un don.

Nuestra propia vida  se con­vierte en una realidad ajena, persecutoria y acechante, poblada de espacios intimidatorios, obstáculos irremediables donde todo esfuerzo parece infructuoso, inútil.

No podemos vivir a la altura de nuestros ideales y padecemos esa incapacidad. Si bien anhelamos vivencias de plenitud y totalidad, disociamos de nuestro yo idealizado lo que consideramos que nos produce temor o rechazo, para luego padecer la ceguera de una conciencia que se autoengaña.

La vida entre otras cosas se trata de detenerse ante los hechos, ante nuestra emociones y fantasías y sueños, detenerse a comprender y profundizar el significado de lo que vivimos. No podemos banalizar, como sí lo hacemos. No deberíamos trivializar la complejidad y el misterio de la vida, es una mala inversión, porque nos quedamos en una superficialidad donde no inteligimos lo que vivimos.

El principal vicio y el peor vicio de los hombres es ser superficiales.

Oscar Wilde

 

Fotografía de Harman Wardani

Fotografía de Harman Wardani

Tememos por nosotros, cuando la tristeza o el dolor nos generan la vivencia de estar en medio de algo incontrolable. Padecemos nuestra vulnerabilidad humana, entonces, nos blindamos para protegernos y padecemos la somnoliencia y el letargo de una vida vivida parcialmente. El miedo a caernos nos inhibe para seguir avanzando, entregarnos y comprometernos. Cuidamos que nuestra autoimagen esté a salvo y operamos con ilusiones que alteran la percepción y la concepción de la realidad.

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«En la fantasía o la ilusión, abandono todo y me voy, comienzo una nueva vida, me voy a una playa, trabajo de otra cosa cualquiera y soy otro. Después me despierto y me doy cuenta que no pasó nada, sigo con la aburrida rutina de una vida sin sobresaltos.»

Nos aferramos a límites que nos dan una ilusión de seguridad. Cambiamos nuestra libertad verdadera por una seguridad ilusoria. Así se oscurecen los sujetos y paradójicamente, nos crean una ilusión de solidez y verdad. Mentira. Esta vivencia de seguridad es un espejismo que nos aleja y nos desorienta de la realidad externa, de nosotros mismos y de lo humano.

La evitación de la realidad interna, externa, nos conduce, de un modo u otro, inevitablemente a alguna forma de enfermedad y finalmente la enfermedad nos sincera con nosotros mismos, porque nos dice, en el código del cuerpo qué nos pasa. El cuerpo es insobornable, nos habla a través de síntomas y enfermedades, accidentes.

Cambiamos nuestra libertad verdadera por una seguridad ilusoria. Clic para tuitear

Resulta difícil discriminar qué creencias son ilusorias y cuáles son reales, necesitamos vivir de espejismo en espejismo. Eso nos empobrece y deteriora. Nos cuesta  comprender y aceptar que la vida es profundamente misteriosa, incierta y provisoria, entonces los fogonazos de lucidez con respecto a la condición humana y a la naturaleza profunda de nuestro ser son fugaces y escasos, salvo que nos comprometamos en esas búsquedas.

Las búsquedas son temidas y evitadas. Demoradas. Anuladas. Abandonadas. Y sin búsquedas, la evolución, la madurez del sujeto, es un interrogante sin respuesta.

Sin búsquedas, la evolución, la madurez del sujeto, es un interrogante sin respuesta. Clic para tuitear

Me pregunto:

* ¿Cómo dominar el vértigo ante la  inmensa inseguridad que sentimos?

*¿Cómo comprender y aceptar la provisoriedad de todo lo dado?

*¿Cómo reconocer lo transitorio y efímero que nos ofrece la transformación constante de  la vida ?

*¿Debemos aprender las lecciones de la transitoriedad e integrar armónicamente la incertidumbre y la precariedad de nuestras certezas ?

 

No son preguntas sencillas. Se trata del coraje de vivir y morir tantas veces como sea necesario. Se trata de saber que no estamos solos en esta aventura existencial, en ese camino encontraremos pares solidarios, otros antagónicos. Es importante el viaje y sus vicisitudes, y lo más importante para ese viaje es, la confianza, en nosotros, en los otros, en la vida como totalidad.

 

Artículo de Liliana Mizrahi

 

Violencia contra la mujer. La maté porque era mía. Artículo de Liliana Mizrahi.

Liliana Mizrahi.

Escritora y psicóloga argentina de origen sefardí. Ha publicado libros de ensayo como La Mujer Transgresora,   Las Mujeres y la Culpa, y Mujeres en Plena Revuelta poesía,  Los Mágicos Juegos, Bautismos y Fundaciones, Hembras del Ave del Paraíso y «Quién me mató madre, artículos periodísticos en Tiempo Argentino, La Razón, Página 12, en revistas como El Porteño, Para Ti, Claudia, Viva, y otras.