He poblado tu vientre de amor y sementera/ he prolongado el eco de sangre a que respondo/ y espero sobre el surco como el arado espera: / he llegado hasta el fondo. /…/ Y al fin en un océano de irremediables huesos/ tu corazón y el mío naufragarán, quedando/ una mujer y un hombre gastados por los besos.

Miguel Hernández

Las viudas de la Guerra Civil Española

España, abril de 1938. En plena Guerra Civil, Francisco Franco aprobó un decreto por el que se reconocía el derecho a cobrar pensiones extraordinarias a las viudas de la guerra y sus huérfanos, así como también a los padres de los militares sublevados muertos en cautiverio.

Puede apreciarse con diferencia la reparación moral y económica a una parte de las víctimas durante la dictadura, sin embargo, la otra parte, la republicana, quedó apartada, excluida y castigada. Durante la Guerra civil, los jornaleros de entre 20 y 39 años se convirtieron en el blanco principal de las matanzas. La mayoría eran cabeza de familia con mujer e hijos a su cargo. Por consiguiente, queda claro, que esta «purga política» tuvo como finalidad a los jornaleros casados y con hijos de corta edad.

Las viudas de la Guerra Civil sufrieron todo tipo de vejaciones. Además del dolor añadido por la pérdida de sus seres queridos, fueron objeto de un escarnio público sin precedentes. Rapadas, humilladas, paseadas por el pueblo, soportaron el desvalijamiento de sus casas además de tener que pagar multas inconcebibles, embargándoles tierras, aceite, sacos de harina…, vivieron un auténtico drama humano.

Una vida de amor y llantos, de privaciones y de guerra. Esposas de manos grandes y luto imperecedero. Viudas dolientes, víctimas de una lucha sin cuartel en la que el hambre fue el distinguido protagonista. No cabe exageración en afirmar, pues, que aquella España desapareció en gran medida debido a la ausencia de una civilidad imprescindible, obsesionada por justificar tantos y tantos crímenes en los que se vertió la sangre de hombres inocentes y las lágrimas agotadas de sus viudas: las viudas de la guerra.

La cebolla es escarcha
cerrada
y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

Miguel Hernández

Se les ofrecía la oportunidad de vivir y morir por falta de medios, se les abría la opción de la mendicidad como única expectativa y se les condenaba, no solo a ellas, sino también a sus hijos, a los más terribles padecimientos. Durante cuatro décadas no se les otorgó ni pensiones ni ayudas, dejándolas totalmente desamparadas.

Tan pronto se produjo en España una situación democrática, se hicieron gestiones para conceder derechos a las viudas de republicanos muertos durante la guerra. En escritos a Adolfo Suárez, en diciembre de 1976, febrero de 1978 y mayo de 1980, se pedía que se les otorgara los mismos derechos que durante cuarenta años percibieron los «caballeros mutilados» y sus mujeres. En 1980 se promulga el decreto (Ley 35/1980, de 26 de junio) por el que se conceden pensiones a mutilados de guerra excombatientes de la zona republicana (BOE de 10/7). En enero de 1984, en pleno gobierno socialista, se remitió al Presidente González un documento que resumía las aspiraciones más acuciantes de ese colectivo, solicitando un plazo de seis meses para la resolución de todos los expedientes en curso de estudio, y relativos a mutilados e inválidos de guerra, mutilados civiles y viudas de guerra, teniendo en cuenta la avanzada edad de gran parte de los interesados, que, pese a las promesas hechas, todavía seguían esperando. En 1984 el decreto Ley 37/1984, de 22 de octubre, reconoce los derechos y servicios prestados a quienes durante la guerra civil formaron parte de las Fuerzas Armadas y de Orden Público y Cuerpo de Carabineros de la República (BOE 1/11). Entre 1976 y 1985 se promulgaron varios decretos —a modo de cuentagotas—  con la evidente resistencia del legislador a equiparar plenamente a los militares republicanos con los miembros del ejército golpista.

El amplio movimiento memorialista, que hoy día constituye una seña de identidad de nuestra democracia, se ha ido forjando en torno al reconocimiento de los derechos de las viudas de la guerra: Verdad, justicia y reparación. El inmenso dolor causado por la dictadura al conjunto de las clases populares, nos hace tomar conciencia de que el Estado no solo trató de ocultarlas en el olvido sino que construyó un retrato surrealista sobre sus vidas para propiciar así la división entre las dos Españas.

El amplio movimiento memorialista se ha ido forjando en torno al reconocimiento de los derechos de las #viudas de la guerra. @pilar_moligar. Clic para tuitear

Este artículo tiene como objetivo principal el protagonismo de las mujeres durante la guerra y la posguerra en su lucha particular por la supervivencia de la unidad familiar. Recordemos que muchas de ellas permanecieron solas. Con sus maridos en las cárceles o muertos, tuvieron que sobrevivir a una España rota donde ser viuda, pobre y republicana se convertía en sinónimo de repulsa. Imposible calcular las defunciones provocadas por el hambre, la desnutrición o la enfermedad impuesta por un sistema autosuficiente, caracterizado por el control extremo de la producción.

Las mujeres con sus hombres y padres en la cárcel o sin trabajo se vieron obligadas a realizar todo tipo de trabajos, duros y mal pagados, o no pagados, gratuitos a cambio de la comida: el campo, el ganado, ir a por agua, servir en las casas de los ricos del pueblo o en la ciudad.

Mª Carmen García Nieto. Historiadora española (Barcelona, 19 de julio de 1928- 1 de diciembre de 1997).

Las viudas de la guerra robaron en más de una ocasión para poder alimentar a sus familiares. Las cárceles se llenaron de mujeres condenadas por delitos económicos dejándolas a merced de un contexto difícil. En el fondo del delito, en muchos casos, había un «justificado» ataque contra la propiedad ya que consideraban irrazonable la distribución de la riqueza que las desamortizaciones no solo no habían corregido, sino que la habían evidenciado vendiendo sus propiedades a la alta burguesía. Estos datos nos hacen comprender la situación social que padecían, no resignándose a ser sujetos silenciosos de un país donde se vulneraba con impunidad sus derechos más fundamentales.

Más del 80% de las mujeres imputadas se dedicaban a las labores del hogar. Administraban los alimentos y en situaciones de necesidad rebuscaron leña, frutos, gallinas o cualquier otro producto para la subsistencia de su prole. Siempre tan silenciadas e ignoradas, las viudas de la guerra son un ejemplo de valentía y optimismo pese a los incontables obstáculos. No han tenido una voz propia y, sin embargo, aguantaron los golpes de la Guerra Civil con el asesinato, el encarcelamiento o la huída de sus maridos.

La muerte de Miguel fue un motivo de desesperación muy grande para mí. Estuve más de diez años con una desesperación terrible y eso no se puede olvidar… no puedo olvidar.

Josefina Manresa. Viuda de Miguel Hernández (Quesada, Jaén, 2 de enero de 1916-18 de febrero de 1987).

A través de mis palabras comparto su faceta más humana, acercándome a una realidad visible que trata de averiguar los males a los que las viudas de la guerra se enfrentaron. Nadie conocerá nunca su historia con exactitud, pero conocimiento y justicia es lo que busco en cada línea este artículo.

La muerte de Miguel fue un motivo de desesperación muy grande para mí. Estuve más de diez años con una desesperación terrible y eso no se puede olvidar… no puedo olvidar. Josefina Manresa. Viuda de #MiguelHernández. @pilar_moligar Clic para tuitear

 

Tierra y algo más

Me dijeron que el pájaro recoge
sus alas mientras duerme.
Juventudes de paloma y mediodía
dibujarán puntos dorados
sobre algún objeto agradable,
asustándose al nacer en horas de almohada.

Vosotras que renegáis de la indefensión
imaginad caudales en reflejo contrario,
decid si ofrecen un aliento sin tregua.

¡Oh, tierra, oh, suicidio, oh, tiempo atronador!
Regaladme campechanía y pueblo,
canciones heroicas que agiten con bravura.
Concededme esperanza en diferente forma y estima.

Pilar Molina, El tramoyista de Lorca.

 

Artículo de Pilar Molina García

Portada: Foto de Kati Horna tomada en Vélez Rubio (Almería) en 1937. Archivo privado de fotografía y gráfica Kati y José Horna © 2005 Ana María Norah Horna y Fernández