El montaje de Los empeños de una casa de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico es moderno, divertido, osado, fiel al espíritu barroco del original… Tiene momentos mágicos, divertidos, líricos, emocionantes… Despliega un buen repertorio de lo mejor del teatro barroco: sus tipos, su verso, su dinamismo, su comicidad, sus razones conceptistas, el enredo, la capa y la espada, la honra, la lucha entre los sexos, el matrimonio como fin y como trofeo, el travestismo… Todo ello se da por supuesto en una comedia de la época. Pero en algunos casos —y este es uno de ellos— su configuración estética, el equilibrio de todos estos elementos, alcanza la maestría. Diríase que se trata de una de esas obras que pueden resumir y culminar un periodo. Es cierto, nos situamos en el barroco tardío, después de Calderón. Tiempo ha tenido la estudiosa sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) para empaparse de literatura y, de acuerdo con la doctrina imitativa de la época, verterla en sus dos únicos dramas.

La materia prima es excelente, por tanto. Pero, además, los directores Pepa Gamboa y Yayo Cáceres, junto a los jóvenes intérpretes de la compañía, han creado una pequeña joya, llena de dinamismo y de modernidad respetuosa con el original.

La acción comienza in media res (es un acierto que se debe a la estupenda versión de Antonio Álamo). Así, la primera escena es contundente. Alerta al espectador de la que se avecina. En mitad de la noche, tras un secuestro, unos embozados cruzan las espadas y cae herido un hombre.

Hay voz en off, canciones, duelos, penumbras, equívocos, «tapadas», escenas desternillantes, confusión de personalidades, sorpresas de toda índole… No se desvelarán aquí sino algunos detalles, pues, aunque la obra carece de suspense, la creatividad del montaje puede causar más de una sorpresa.

Los empeños de una casa

Georgina de Yebra y Miguel Ángel Amor. Foto: MarcosGPunto 

Sor Juana Inés de la Cruz solo escribió dos piezas teatrales: Los empeños de una casa (1683) y Amor es más laberinto (1689). El título que nos ocupa imita el calderoniano Los empeños de un acaso. No es la única referencia a Calderón. El equilibrio de la pieza y la profundidad de algunos conceptos recuerdan al dramaturgo madrileño. Pero, además, hay referencia explícita: uno de los graciosos, Castaño, ante una grave dificultad, exclama: «¡Oh tú, cualquiera que has sido / … / inspírame alguna traza / que de Calderón parezca / con que salir de este empeño!».

Y la inspiración le vendrá en forma de vestido femenino con el que trocar su aspecto. Volveremos más adelante sobre este asunto.

Es ya un tópico al hablar de sor Juana Inés de la Cruz aludir a su feminismo. Se trata de una mujer que busca igualarse al varón en una sociedad que no está preparada para el envite. Estudia como pocos hombres lo hicieron (gracias a la protección de los virreyes —y en especial de la virreina— de la Nueva España) y renuncia al matrimonio —de acuerdo con su propia declaración— para poder seguir estudiando. Son archifamosos sus versos:

Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón,

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis.

Puede hacerse, por tanto, una lectura plenamente feminista de Los empeños de una casa, aunque no es imprescindible puesto que la obra de sor Juana Inés de la Cruz es también valiosa por otros muchos motivos.

No obstante (y volvemos al momento en que el gracioso Castaño —inspirado tal vez por Calderón— va a travestirse), la obra contiene elementos en los que sor Juana Inés de la Cruz parece no poder sustraerse a la mentalidad misógina de la época. La aparición sorprendente de unos vestidos de mujer (los de doña Leonor al ser secuestrada) da lugar a uno de los momentos más hilarantes del montaje. Kev de la Rosa, que da vida a Castaño, efectúa una suerte de streaptease inverso aderezado con toda clase de comentarios acerca de la condición vanidosa de la mujer. Logra arrancar la risa del público, y no es el único momento ni el único intérprete que lo consigue.

Es tópico que en el teatro aurisecular el travestismo de hombre a mujer sea hacia abajo (para ridiculizar al personaje), mientras que el travestismo de mujer a hombre sea de abajo a arriba (para dignificarlo). El teatro de sor Juana Inés de la Cruz no es una excepción, si bien hay un detalle que salva la situación y permite vislumbrar la coherencia del pensamiento de la autora. En una escena posterior —cuando, vestido de mujer, Castaño se encuentra con don Pedro, quien lo toma por su desdeñosa amada doña Leonor, a quien halaga y ruega insistentemente—, el travestido exclamará en un aparte: «¡Gran cosa es el ser rogadas! / Ya no me admiro que sean / tan soberbias las mujeres, / porque no hay que ensoberbezca / cosa, como el ser rogadas».

Acaba pues sor Juana Inés de la Cruz, por boca de Castaño, culpando al varón de las faltas de la mujer vanidosa. No se detiene ahí, sino que Castaño hará burla del enamorado don Pedro: «Ahora bien, de vuelta y media / he de poner a este tonto».

Así, sutil pero inequívocamente, reinterpreta sor Juana Inés la ridiculización tópica de la mujer efectuada mediante el hombre travestido. Tal vez ahora cobran pleno sentido aquellos versos que citamos más arriba: «Hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón, / sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis».

Juana Inés de la Cruz a la edad de quince años

Retrato supuesto de Juana Inés de la Cruz a la edad de quince años

Por lo demás, el ingenio verbal de sor Juana Inés es un prodigio. La cadencia del verso, la musicalidad de la palabra es campo abonado para los intérpretes de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, que lo bordan.

Hay, además, un repertorio selecto de tópicos barrocos. Así, por citar solo un par, los relacionados con el Amor, pero, sobre todo, aquellos relacionados con la belle dame sans merci: doña Leonor, desdeñosa con don Pedro, es tildada de mármol, de fiera, de tirana, de homicida… Pero la mujer desdeñosa es también la mujer fuerte, al margen del capricho amoroso del varón, independiente, como la bella pastora Marcela del Quijote. No es una casualidad, pues, la preferencia de sor Juana Inés de la Cruz por este tópico petrarquista.

Entre los muchos aciertos del montaje, es de agradecer que la compañía salve las diferencias de edad entre los personajes de la obra y los jóvenes intérpretes transformando a padres en hermanos, de modo que siguen siendo los preceptores de las damas cuyo futuro está en juego, al tiempo que la edad de los personajes se adecua a la de los intérpretes.

El montaje de Los empeños de una casa de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico se estrena el 22 de febrero de 2018, en la sala Tirso de Molina del Teatro de la Comedia, en Madrid. En un principio, estará hasta el 25 de marzo. No se la pierdan. Es una joya.

ES UNA JOYA, NO SE PIERDAN Los empeños de una casa, de #sorJuanaInésDeLaCruz, por la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico @teatroclasico 22 febrero-25 marzo Sala Tirso del Teatro de la Comedia Reseña @avazqvaz Clic para tuitear

Los empeños de una casa

Autora: Sor Juana Inés de la Cruz

Dirección: Pepa Gamboa y Yayo Cáceres

Versión: Antonio Álamo

Reparto (por orden de aparición):

Don Rodrigo: Daniel Alonso de Santos

Hernando: Marçal Bayona

Doña Ana: Georgina de Yebra

Doña Celia: Silvana Navas

Embozado, Criado y Poeta: José Fernández

Doña Leonor: Cristina Arias

Don Carlos: David Soto Giganto

Castaño: Kev de la Rosa

Don Juan: Miguel Ángel Amor

Don Pedro: Pablo Béjar

Asesor de verso: Vicente Fuentes 

Iluminación: Pedro Yagüe

Escenografía Antonio Marín

Vestuario: Lupe Valero

Produce: Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico

Reseña teatral de Alfonso Vázquez