No elegimos nuestra vida, solo la vivimos.
Número Cinco. The Umbrella Academy

En 1938 se publicó el primer número de Superman. Y el mundo de los cómics y la cultura no fue el mismo. Había nacido el primer superhéroe. Pese a algunos tímidos pasos para humanizar al divino superhombre, no sería hasta treinta años después cuando Los Cuatro Fantásticos de Stan Lee y Jack Kirby demostraron qué eran los superhéroes con los pies de barro. Esta fórmula se revitalizaría décadas después con ya clásicos como el Escuadrón Supremo de Mark Gruenwald, el Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons o El regreso del Caballero Oscuro de Frank Miller. Esta seria deconstrucción de los superhéroes tendería a la locura en manos de un autor como Grant Morrison y su Doom Patrol. Y así, deudores de toda esta historia de dioses y monstruos, nacen a principios del siglo XXI los personajes del cómic The Umbrella Academy, una serie del guionista Gerard Way y el dibujante Gabriel Bá y editada en Estados Unidos por Dark Horse, la casa de personajes como Hellboy.

Al estilo de Mike Mignola, la locura de Morrison, el aire catastrófico de Watchmen, la humanidad de Marvel y la divinidad de Superman, en The Umbrella Academy se sumaría un concepto de extravagancia y originalidad a partir de la premisa de la historia: una extraña familia de superhéroes que se reúne en el funeral de su patriarca. Muchos años atrás, el filántropo Reginald Hargreeves adoptó a una serie de niños nacidos con poderes sobrenaturales. ¿Para qué? Para salvar el mundo, por supuesto. Estos insólitos hermanas eran Luther (Spaceboy, con cuerpo de gorila tras un accidente espacial), el siniestro vigilante Diego (o Kraken), la mujer capaz de hacer realidad sus palabras Allison (Rumor), el hermano viajero en el tiempo (y crío adulto) que es Número Cinco, Klaus, el hermano capaz de hablar con los muertos  y el fallecido Ben, que era capaz de abrir portales a otros mundos con su cuerpo y liberar monstruos lovecraftianos. Y nos falta Vanya, la única de los hermanos que no tenía superpoderes… o no aparentemente. En definitiva, una familia de locos acorde con los tiempos y, como toda familia, una familia desestructurada que debía salvar al mundo… si antes conseguía salvarse a sí misma.

Crítica de The Umbrella Academy: Netflix apuesta por los superextraños 4

 

A la ya conocida tradición de superhéroes, en The #UmbrellaAcademy se suma un concepto de extravagancia y originalidad a partir de la premisa de la historia: una familia desestructurada que debe salvar el mundo. @Carlos_Eguren. Share on X

El éxito de la primera miniserie, Suite apocalíptica, llevó no solo a una segunda titulada Dallas y una tercera que tardó más de diez años (Hotel Oblivion), sino que logró diversos premios como los Eisner, aparte del reconocimiento de autores tan importantes como Neil Gaiman (The Sandman), Jeff Lemire (Sweet Tooth) o el propio Grant Morrison. De este modo, Gerard Way demostró que era algo más que el líder de la banda My Chemical Romance (antes de la música, Way estudió Arte y fue becario de la editorial DC) y que Gabriel Bá era algo más que un discípulo aventajado de Mike Mignola.

Crítica de The Umbrella Academy: Netflix apuesta por los superextraños 1

Años después, Netflix anunció su adaptación del popular cómic. Hasta la fecha, ha realizado dos temporadas de una serie que resulta estrafalaria y refrescante dentro del panorama de los superhéroes, pero ¿logra ser la bomba atómica de originalidad que era el cómic?

#Crítica de The #UmbrellaAcademy por @Carlos_Eguren: ¿Consigue la estrafalaria y refrescante serie de #Netflix ser la bomba atómica de originalidad que era el cómic? No te pierdas este artículo. Share on X

The Umbrella Academy: De la psicodélica viñeta a la pantalla hipster

La serie de The Umbrella Academy ha sido creada por Steve Blackman (Fargo, Legion) y desarrollada por Jeremy Slater (autor del funesto guion de la horrible adaptación de Death Note de 2017) y toma ciertos elementos del cómic y su espíritu, aunque en algunos puntos se eche en falta una mayor locura como en el tebeo. Sí, si les parece loca la serie, prueben a leer el cómic. Hay puntos en los que se omiten los nombres de los superhéroes o la idea de un mundo lleno de metahumanos, lo que hace que (sobre todo en la primera temporada que adapta vagamente las dos primeras miniseries) se note terriblemente constreñida (aunque, por suerte, eso cambie levemente en la segunda). El sentimiento de maravilla es sacrificado por un sentimiento de búsqueda de la extravagancia por la extravagancia.

La primera temporada de la serie trata sobre cómo los hermanos se reúnen en el funeral de Reginald y cómo descubren que tienen que evitar el fin del mundo tras que su hermano viajero del tiempo, Cinco, regrese de un futuro apocalíptico. La segunda temporada trata sobre el asesinato de Kennedy y cómo si se evita ese magnicidio, acabará produciéndose el fin del mundo debido, supuestamente, a la Guerra Fría. Ambas series toman muchas libertades a la hora de adaptar. En estos términos, hay cosas que no se entienden o que se siente desaprovechadas, como el diseño de Violín Blanco o la ausencia del concepto de mundo superheroico. La mezcla de los dos primeros actos del cómic en la primera temporada, lejos de aportar mucho que contar, se siente estirada en algún capítulo. Sí se agradece que se tome el tiempo para desarrollar a los personajes que el cómic por un motivo u otro no tiene, pero, como ya comentamos, el ritmo de la primera temporada llegaba a resultar muy lento en algún capítulo; por suerte, esto se ha arreglado en una segunda temporada más disfrutable y que toma algún elemento de la segunda miniserie, pero que, sobre todo, inventa y crea para la versión de Netflix, tomándose una libertad en esta tanda de capítulos que, curiosamente, no le sienta nada mal.

En líneas generales, es más, nos atrevemos a decir que la segunda temporada es más y mejor de lo que hizo grande la primera, expandiendo su mundo, a sus personajes y concluyendo con otro de esos cliffhangers que no sabemos si dará lugar a una tercera temporada que tome algún elemento del arco de Hotel Oblivion.

Superdioses y supermonstruos

Como serie, The Umbrella Academy cumple a nivel de reparto, mejorando en la segunda temporada. La adaptación está encabezada por Ellen Page (Hard Candy), que con el paso de los capítulos logra interpretar a Vanya y no convertirla en un trasunto de ella misma. Tom Hooper (Juego de tronos) cumple como un Luther, que pasa de ser el único héroe y el hermano con problemas paternofiliales a ser un tierno fracasado. Mientras, David Castañeda como Diego mejora muchísimo en la segunda temporada, como ocurre también con Emmy Raver-Lampman como Allison. Por su parte, Robert Sheehan como el excéntrico Klaus, Aidan Gallagher como Cinco y Justin H. Min como Ben ya habían dominado a sus personajes desde la primera temporada y se han convertido en tres de los favoritos de la serie. Ocurre de un modo similar a Colm Feore, que encarna perfectamente a Reginald desde un primer momento; no obstante, el auténtico padre era representado por el simio Pogo, al que da voz Adam Godley. Sobre los villanos, destacar el papel de la maléfica Kate Walsh como The Handler, a Cameron Britton como Hazel y Mary J. Blige como Cha-Cha; no olvidemos a los suecos, liderados por Axel (Kris Holden-Ried), que añaden todavía más surrealismo a la propuesta. Entre buenos y malos se quedan la lunática Ritu Arya como Lila y Jordan Claire Robbins como la madre robot Grace. Pese a lo poco normal de sus personajes, uno de los puntos fuertes de la serie es cómo podemos empatizar con esta panda de raros a lo largo de dos temporadas y eso no es sencillo, pero la serie lo logra.

Crítica de The Umbrella Academy: Netflix apuesta por los superextraños 2

Otro punto destacable de la serie es el uso de la banda sonora, que mezcla temas de pop, rock y clásicos en los que Gerard Way ha puesto su granito de arena. Desde la grandeza inmortal de Queen hasta el bochorno noventero de los Backstreet Boys, The Umbrella Academy es esa lista de Spotify que solemos ocultar, pero nos alucina. Cuando empiezan a sonar las primeras notas de la serie, la estética de videoclip y la gran escena no se hace esperar. Y es que la estética es fundamental en esta serie. Donde muchos hablan de Wes Anderson, un servidor ve la influencia de Watchmen, pero no del cómic, sino de la versión cinematográfica de Zack Snyder, con ese uso de la fotografía, sus cámaras lentas, su música, su hiperviolencia… Recordemos que Gerard Way y su banda hicieron un cover de Desolation Row de Bob Dylan para la película de Snyder.

En líneas generales, como el cómic, la serie no alcanza el nivel de extravagancia de la Doom Patrol de Morrison, que ha sido adaptada también al formato televisivo. No obstante, The Umbrella Academy es rara, sorprendente y efectista. No sabemos qué esperar de ella, para lo bueno y para lo malo. «Es como los X-Men para la gente cool del siglo XXI», decía Morrison sobre el cómic de The Umbrella Academy, y, en líneas generales, eso lo ha conseguido la serie, que es una buena carta de presentación del cómic (pese a no lograr su grandeza).

The #UmbrellaAcademy se supera cuando disfruta de sí misma, de su rareza y su locura, que recuerda a lo insólito de Morrison, a la desmitificación de #WatchmenHBO, a la humanidad de #Marvel y la grandeza de #Superman. @Carlos_Eguren. Share on X

En conclusión, The Umbrella Academy, en sus dos primeras temporadas, se supera cuando disfruta de sí misma, de su rareza y su locura, que recuerda a lo insólito de Morrison, a la desmitificación de Watchmen, a la humanidad de Marvel y la grandeza de Superman. No son superhéroes comunes, son los superhéroes raros de hoy y su meta es, por supuesto, el futuro… si es que pueden evitarlo.

 

Reseña de Carlos J. Eguren

 

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