Al principio de la película Ad Astra, dice Roy McBride (Brad Pitt) «Somos devoradores de mundos», y tal vez, junto a la frase del poeta romano Virgilio (de la que surge el título), quien dijo: sic itur ad astra, o «así uno viaja a las estrellas», nos queda la esencia de la película: «Somos devoradores de mundos; así viajamos a las estrellas».
La película de James Gray plantea la pregunta de si alguna vez deberíamos haber viajado a la luna. Quizás la humanidad nunca evolucionó lo suficiente y nunca estuvo equipada con las herramientas adecuadas para comprender su propia existencia limitada, para dar un salto tan gigante hacia lo desconocido. En los primeros compases, el director nos muestra una cínica visión de la colonización de la luna, a la que compara con el «salvaje oeste», llena de bandidos y fuera de la ley, que se completa con restaurantes subway, casinos, hoteles y comodidades terrenales, y demás negocios al servicio de distraer a la humanidad de la extracción de los recursos de la luna, que han hecho estallar nuevas guerras.
La cultura del consumo se repite con igual voracidad en el espacio: Somos devoradores de mundos. #Crítica de @adastramovie, la #película que plantea si alguna vez deberíamos haber viajado a la luna. #Cine #cifituits @OrdunaMaite. Share on X
En Ad Astra, la cultura del consumo que supuestamente destruyó la Tierra y empujó a la humanidad a descubrir nuevos mundos, se repite con igual voracidad en el espacio. Pero, lo que plantea Gray en su película es que, tal vez, el dar ese salto al espacio sea necesario para descubrir los mecanismos emocionales para reconocer la apreciación del tiempo, la comunidad y el contacto humano aquí mismo en la Tierra.
Desde tiempos ancestrales la humanidad ha soñado con viajar al espacio, descubrir nuevos mundos y desde los comienzos del cine se ha querido hipotetizar sobre cómo sería el universo y cuál sería el lugar de la humanidad entre las estrellas. Uno de los primeros ejemplos de la película de ciencia ficción, que preparó el escenario para el tipo de espectáculo que esperamos ver en el cine, fue A Trip to the Moon (1902) de Georges Méliès. La foto de la luna con un cohete incrustado en su ojo izquierdo se ha convertido en una imagen icónica en la historia del cine, pero eso es solo el comienzo de la historia.
La película de Fritz Lang Una mujer en la luna, de 1929, tiene algunas peculiaridades que la hacen especialmente interesante. Es el primer film en el que la especulación científica es mucho más importante que la ficción, ya que fue realizada con bastante rigor científico para la época, hasta el punto de que Hitler la censuró por las similitudes de la nave con el proyecto V1 y V2 de aviación , siendo también la primera en la que el despegue de la nave se acompaña de los números de la cuenta atrás, para dar mayor tensión. El proyecto a la luna se inicia por la codicia de una gran organización delictiva y el sueño megalómano de un científico loco, lo cual nos trae al film de James Gray, que incluye, entre otros, estos mismos elementos.
El cine de Hollywood ha sabido, a lo largo de su historia, apropiarse de las ideas e imágenes que los creadores europeos y, sobre todo, soviéticos, han desarrollado de un modo brillante. Así, uno de los films más importantes en la inspiración de Stanley Kubrick para su 2001: Una Odisea del espacio y para la misma Ad Astra, ha sido la película Doroga K zvezdam (Road to the Stars) de 1957 dirigida por Pavel Klushantsev. Es una innovadora película de ciencia ficción soviética sobre el pasado y el futuro de la astronáutica, desde los primeros experimentos de Konstantin Tsiolkovsky hasta el vuelo espacial tripulado y la colonización de la Luna. Estrenada justo después del histórico lanzamiento de Sputnik 1, contiene un gran material biográfico y la segunda mitad de la película, que especula sobre el futuro de la exploración espacial, es sobresaliente.
La soviética es una película muy optimista sobre el futuro de los viajes espaciales, al contrario de lo que ha sucedido en la realidad, ya que muchos lamentamos la falta de exploración espacial que ha tenido lugar en el siglo XXI. Así en el film Interestelar de Christopher Nolan, nos dice Cooper (Matthew McConaughey) «Solíamos mirar al cielo y preguntarnos cuál era nuestro lugar en las estrellas. Ahora sólo miramos hacia abajo y nos preocupamos por nuestro lugar en la tierra». Quizá por ello, Ad Astra va de lo grandioso a lo personal y en eso crea una experiencia sanadora que alienta a los humanos a confrontar sus sentimientos en lugar de alejarse de ellos.
La película se atreve a preguntar por la búsqueda de vida extraterrestre cuando no apreciamos la vida humana. Sugiere que estamos solos en el universo, tal vez porque no merecemos encontrar otra vida, y los grandes principios de la ciencia ficción son refutados por la película de James Gray. El trabajo sin conexión humana es inútil, la trascendencia no depende de una transformación externa, sino interna. Ad Astra presenta el espacio como un gran vacío solitario, hermoso pero impenetrable, ya que el espacio no es la frontera final y la conservación de la Tierra puede ser el objetivo principal.
Roy McBride, magnífica interpretación de Brad Pitt, es un hombre que sacrifica las relaciones personales, la conexión humana y la sociedad por el bien de la misión. Es una filosofía de vida a la que se suscribió su padre, H. Clifford McBride (Tommy Lee Jones), lo que finalmente lo llevó a abandonar a su familia para buscar vida extraterrestre. Es esa ética del trabajo lo que deja a Roy aislado y lidiando con una soledad que no puede enfrentar, pero que trata de reconstruir a través de la voz en off que conforma una persecución de la verdad que tiene tanta importancia como la búsqueda de su padre.
Creo que Ad Astra solo comparte con Interstellar a su director de fotografía, Hoyte van Hoytema, que presenta una visión mucho más científica de lo que pretende Gray. Cuando Roy llega a la base del Proyecto Lima después de más de dos meses de aislamiento, el musical Orchestra Wives (1942) está sonando en las pantallas de la nave, lo que confirma el vínculo de Roy con su padre, que adoraba los musicales clásicos de Hollywood. Pero minutos más tarde, durante una conversación emocional que parece más una confrontación, H. Clifford le dice a Roy que nunca se preocupó por él o su madre. Lo único que le importaba era encontrar la confirmación de que los humanos no estaban solos en el universo, puesto que H. Clifford es un hombre que no se preocupa por la humanidad en general, ni siquiera por la familia en particular.
Ad Astra tiene mayores conexiones con 2001 de Kubrick y prepara al público para esperar una gran revelación de que H. Clifford se ha fusionado con la vida extraterrestre, o que Roy hace una conexión extraterrestre que lo lleva a los confines del universo y lo transforma. Pero cuando llega a la Base del Proyecto de Lima, su padre es la versión futura de sí mismo si continúa sacrificando sus sentimientos por el trabajo, y si permite que los pecados del padre se conviertan en los pecados del hijo, su vida no merecerá la pena ser vivida.
La transformación de Roy no es física, como la transformación de Bowman en un niño estrella, sino emocional. Regresa a la Tierra mejor, más equipado para ignorar el aislacionismo que le han enseñado y disfrutar de los placeres que la Tierra tiene para ofrecer. Ad Astra no nos desafía a adentrarnos en lo desconocido, sino más bien, nos reta a mirar la verdad dentro de nosotros mismos y reconocer la naturaleza destructiva de nuestra propia alienación. Como escribió el filósofo romano, non est ad astra mollis e terris via, no hay un camino fácil desde la Tierra hasta las estrellas.
#Cine con @OrdunaMaite. @adastramovie no nos desafía a adentrarnos en lo desconocido, nos reta a mirar la verdad dentro de nosotros mismos y reconocer la naturaleza destructiva de nuestra propia alienación. Share on X
Maite Orduña Miró
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