El club de la lucha, una novela que conserva su vigencia en nuestros días. Reseña de Carlos J. Eguren.

 

Cuando tienes veinticuatro años, no tienes idea de cuán bajo puedes caer; pero aprendí rápido.

El club de la lucha de Chuck Palahniuk

El éxito parecía lejano. El Proyecto Estragos no prosperaría. El club de la lucha moriría…, pero, pese a quedarse largo tiempo en las estanterías de la librería, no fue así. Acabó triunfando.

Polémica desde su publicación, la primera novela del periodista y escritor, docenas de veces reconvertido, Chuck Palahniuk, parecía destinada a pasar desapercibida hasta que se abrió paso entre la crítica, recibiendo premios que la condujeron hasta Hollywood, donde el director David Fincher la convertiría en película. Y en un auténtico fenómeno que toca la contracultura para convertirse en uno de sus alicientes. Muchos quieren ser Tyler Durden, pero ni siquiera llegan a la altura del narrador. Solo somos miembros de esos clubes que lloran en busca de esperanza. Jamás cambiaremos el mundo… ¿O sí? Ese es el poder de El club de la lucha, aunque su primera (y su segunda norma) es que no puedas hablar de él, tienes que hacerlo.

El debut de Palahniuk nos relata la historia de un trabajador de cuello blanco, normal y corriente, que malvive con una existencia vacía marcada por el insomnio. Su único consuelo es asistir a grupos de enfermos terminales, aunque su único mal terminal es… la vida. Es allí donde conoce a Marla. Y es, en un vuelo, donde conoce a Tyler Durden, quien le enseñará que siempre se puede caer más bajo y que ellos son los hijos medianos de una historia que ellos mismos pueden destrozar: a puñetazos.

Puede resultar estéril hablar de la novela de Chuck Palahniuk más de veinte años después de que viera la luz o de que su adaptación cinematográfica se transformase en un film de culto, pero quizás, precisamente por eso, debemos volver a ella y buscar por qué sigue siendo un texto vigente. Pase el tiempo que pase, el libro parece más que necesario en nuestra sociedad materialista, hipócrita y banal. Igual que Black Mirror nos describe nuestro siniestro presente, El club de la lucha es el cántico de todas las generaciones que han venido tras la X, de todos aquellos que nos sentimos perdidos, de aquellos que buscan posesiones que los acaban poseyendo, de aquellos que prefieren malvivir a existir realmente… y como una especie de gran sátira, una opera bufa, una siniestra cárcel como la de Patrick Bateman, el protagonista de El club de la lucha se ve encerrado en medio de su propio chiste, como un macabro Pagliacci que jamás podrá escapar de lo que es.

Debemos volver a la #novela de @chuckpalahniuk para buscar por qué sigue siendo un texto vigente. Un #libro necesario en nuestra sociedad materialista, hipócrita y banal. #Reseña de @Carlos_Eguren. Clic para tuitear

Con frases que se te quedan grabadas en la mente, Chuck Palahniuk se estrenó con una obra que se sigue imprimiendo y que debe continuar leyéndose, quizás no para imitar a Tyler Durden, sino para encontrar un atisbo de verdad en la ficción: acaso, ¿nuestra sociedad no es igual o peor que la que aparece en sus páginas? Existen lectores que se ofenden por ello, no obstante, ¿a quién le gusta ser criticado? A la realidad nunca le gusta verse reflejada sin adornos.

Si nos centramos en las técnicas de Palahniuk, el autor estadounidense rescata técnicas vanguardistas, colando párrafos aparentemente inconexos, pero que toman una forma (y cierto sentido) a medida que lo leemos. Donde algunos ven un recurso estéril, otros hallamos la lucha de dos mentes en un cuerpo y el fiel retrato de una enfermedad psicológica que Palahniuk retuerce hasta llevarla al límite de su burla generacional. No duda en arrancar los guiones de los diálogos, al estilo Cormac McCarthy, ni en entregarse a amenazas contra el consumismo y odas hacia la decadencia.

A medio camino entre el grunge y el punk, la novela de Palahniuk es una interesante metáfora sobre la autodestrucción del individuo. Una crisis personal, una guerra espiritual, puede llevar a un gran cambio. ¿A mejor? ¿A peor? ¿Qué más dará cuando todo está perdido?

Palahniuk no escatima en diálogos mordaces ni en personajes profundamente rotos (y en los que aún así podemos sentirnos identificados). Marla como la mujer herida, un protagonista cuyo nombre jamás conocemos y un Tyler Durden tan peligroso que es indudable: muchos le siguen en la ficción como el Joker de Nolan o en la realidad (el propio Palahniuk se ha encontrado con gente que dice ser él, que ha fundado su club). Son seres quebrados por las convicciones de una sociedad que concibe bestias imposibles.

Ya hemos mencionado a Patrick Bateman y es que la crítica social de Palahniuk está cercana, en algunos aspectos, a la de Bret Easton Ellis, mayor exponente de la Generación X. Y al igual que Ellis, Palahniuk puede resultar controvertido por el modo en el que retrata la violencia, el crimen y la crueldad; desde intentos de asesinato o castración pasando por partes (más o menos ciertas) en las que se narra cómo hacer una bomba casera o todas las cosas terribles que puede hacerte un camarero en tu plato de fina comida francesa.

Aquellos que busquen pura moralina e historias puras, que se vayan a otro paraje, a las colinas verdes que resuenan con el sonido de la música. Palahniuk, con las gafas de un Émile Zola (que rompe cuando lo desea), decide observar al perro muerto en la cuneta, coger un palo y clavárselo en los ojos. Está muerto y ese es un hecho fascinante. Mira la bilis, mira los gordos gusanos blancos. Míralo. Está muerto. Qué milagro. Sustituye «perro» por persona. Da igual. El mundo es así.

Sumergirse en El club de la lucha es naufragar en los mares de la locura, en ese Where is my mind? de los Pixies que Fincher inmortalizase con el desenlace de la adaptación del libro. Doscientas páginas después, uno debe decidir si ha leído una historia que desea ser real, una sátira sobre lo que somos o un fiel retrato sobre aquello en lo que nos hemos convertido. Como canto generacional, cabreado y cínico, nihilista y angustiado, El club de la lucha traduce todo el sentimiento de rabia de una época imposible. Somos los hijos malditos de la historia.

#ElClubdelaLucha de @chuckpalahniuk traduce todo el sentimiento de rabia de una época imposible. Somos los hijos malditos de la historia. #Reseña de @Carlos_Eguren. Clic para tuitear

En definitiva, El club de la lucha es uno de esos libros que retrata perfectamente nuestra sociedad, pase el tiempo que pase, del sueño de su razón (o su sinrazón) bien pueden surgir monstruos como Tyler Durden… Monstruos, si es que no son nuestra única esperanza para destruir y empezar algo nuevo… ¿O lo son solo para destruir? El lector decidirá. Nosotros lo sabemos, porque Tyler lo sabe.

Debes tener en cuenta la posibilidad de no caerle bien a Dios. Pudiera ser que Dios nos odiara. No es lo peor que podría ocurrir. Tyler se dio cuenta de que llamar la atención de Dios por ser malo era mejor que no recibir ninguna atención. Tal vez porque el odio de Dios sea preferible a su indiferencia. Si pudieras ser el peor enemigo de Dios o nada, ¿qué elegirías? Según Tyler Durden, somos los niños medianos de Dios, sin un lugar especial en la historia y sin ser merecedores de especial atención.  A menos que llamemos la atención de Dios, no tenemos esperanza de condena ni redención. ¿Qué es peor, el infierno o la nada? Solo si nos cogen y nos castigan podemos salvarnos.

 

El club de la lucha de Chuck Palahniuk. Los hijos malditos de la historia

 

El club de la lucha

Chuck Palahniuk

Debolsillo

Kindle

Tapa blanda

 

 

 

 

 

 

Reseña de Carlos J. Eguren

Portada de la reseña: David de la Torre