Balthus es un artista que a nadie deja indiferente. Su nombre resonaba en mi cabeza desde que leí esa noticia que hablaba del tremendo enfado que una de sus obras —Teresa soñando— provocó en algunos de los visitantes de la exposición del MET neoyorquino donde se exhibía. Quizás alguien pensará que es normal que esa obra creada en 1938 produjera reacciones furibundas en la sociedad del momento, pero conviene advertir que la protesta se produjo en diciembre de 2017, o sea, ayer mismo, siglo XXI, época en la que sin darnos cuenta —o dándonosla, quizás— movimientos sociales que se dicen liberadores, con fruición constriñen cada día más y más nuestra propia libertad. Afortunadamente la dirección del MET no retiró la obra de la muestra y menos aún atendió la petición de sustituirla por otra del mismo período pero realizada por una mujer en lugar de por un hombre como solicitaba Mia Merril, la denunciante que logró reunir 12000 firmas de apoyo a su protesta.

Teresa soñando

Teresa soñando

Es por todo lo anterior que en cuanto tuve ocasión de ver ‘en vivo’ obras del artista polaco-francés lo hice. Mi primera oportunidad llegó en marzo de 2018 con la exposición titulada Derain, Balthus, Giacometti. Una amistad entre artistas realizada en la Fundación Mapfre. Allí estaban colgados algunos cuadros de la serie Thérèse, concretamente el titulado Los días felices y Los hermanos Blanchard, de 1938 y 1937, respectivamente; también se exhibieron en esa muestra otros en los que adolescentes o mujeres muy jóvenes aparecen en actitudes muy íntimas (Muchacha dormida y La habitación de 1943, uno, y 1947, el otro). Con el bagaje anterior sobre Balthus y otros artistas contemporáneos suyos (Picasso, Derain, Giacometti, Matisse…) que se mostraban en esa exposición de 2018 he visitado la que actualmente se presenta en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid titulada simplemente Balthus.

Exposición en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid 2

Muchacha dormida

En los 47 cuadros que componen la exhibición se hace un repaso cronológico por la historia de la producción artística del creador parisino aunque nacido en Suiza. Las obras se distribuyen en distintas salas con epígrafes que marcan el itinerario artístico y vital del artista: I. «El desarrollo de un lenguaje visual»; II. «Provocación y transgresión»; III. «Representación e intimidad»; IV. «Los años de Champrovent, Friburgo y Ginebra I y II»; V. «De vuelta a París»; VI.  «El periodo de Chassy»; y VII. «De Roma a Rossinière». Se cierra la muestra con una proyección en la que se estudia técnicamente la obra La partida de naipes, cuadro que además de exhibirse en la exposición es el que, muy ampliado, recibe al visitante en el Hall.

La partida de naipes, Balthus

La partida de naipes

La provocación, la innovación, el inconformismo, la singularidad, la diferencia, el escándalo, la originalidad, son características que acompañan y distinguen el arte de Balthasar Klossowski de Rola —Balthus— (París, 1908–2001) desde sus inicios. Balthus nace al arte a comienzos de los años 30 en un París artísticamente volcado en el surrealismo. Su singularidad procede de su propia formación: sus padres estaban relacionados con el mundo del Arte (el padre era historiador de arte) y Balthassar creció entre los poemas de Rainer María Rilke (el poeta alemán le prologó la historia en 40 viñetas que pintó a los 12 años, titulada Mitsou. Historia de un gato) y los cuadros y litografías de Pierre Bonnard. Por consejo de Bonnard, amigo de la familia, imitará a Poussin en los cuadros de niños jugando en el Jardín de Luxemburgo que con 16 años pintará en París. También a comienzos de los años 30 pintará, a imitación de Seurat, escenas callejeras parisinas con personajes que caminan incomunicados en perspectivas comprimidas (cuadro La calle, 1933).

#Balthus es provocación, innovación, inconformismo, singularidad, diferencia, escándalo, originalidad. #Exposición #BalthusThyssen en @museothyssen de #Madrid hasta el 26 de mayo. NO SE LA PIERDAN. @juancargalan. Clic para tuitear
La calle, Balthus

La calle

En sus cuadros se percibe también una fortísima huella de los maestros antiguos como Masaccio, Piero della Francesca (en el cuadro La merienda su influjo es evidente), Caravaggio, Poussin o Courbet. Muy interesante en su formación es la influencia de la literatura tanto la infantil como el cuento Pedro Melenas de Hoffman o Alicia en el país de las Maravillas de Lewis Carroll, como la romántica, en especial la que Balthus percibe en el personaje Heathcliff, protagonista de Cumbres borrascosas, de Emily Brontë, cuya ruptura de las convenciones sociales viene a hacer suyas.

La merienda

La merienda

Balthus es la personificación de un romántico. En él la vida y el arte están muy unidos. Sus famosos cuadros de lolitas que tanto escándalo causaron, y al parecer siguen provocando, son retratos de los hijos de unos vecinos suyos: la familia Blanchard. A Thérèse, la niña, la retrató infinidad de veces en distintas poses, la mayoría de ellas durante ese periodo incierto del ser humano en que conviven la inocencia o pureza infantil y los primeros atisbos de la conciencia de poseer algo indefinido que atrae a los demás, o sea, adolescencia pura y dura. Son cuadros en los que los seres —Thérèse, su hermano, la niña de 11 años que coqueta se mira en un espejo, el hombre que de espaldas aviva el fuego de una chimenea, etc.— se muestran en situaciones domésticas muy naturales (en la dejadez propia del sueño, en el ensimismamiento propio del juego o de la lectura), en espacios privados (el baño, en el sofá de la sala de estar…).

Los hermanos Blanchard

Los hermanos Blanchard

Los días felices

Los días felices

Pero también Balthus se sirve de modelos adultos para sus cuadros. Antoinette de Watteville, a quien conoció en 1924 y con quien se casó en 1937 no sin antes haber pasado por una serie de momentos de celos y desencuentros que lo llevaron incluso a un intento de suicidio en 1934 por el miedo a perderla, será su modelo favorita durante años. Un cuadro suyo, magnífico, El aseo de Cathy (1933), que figura en la exposición es ilustrativo de su situación personal. En esta obra que realizó como ilustración para un pasaje de Cumbres borrascosas, el joven vestido tiene el rostro de Balthus y la joven núbil el de Antoinette, realizando así una traslación de los celos entre el héroe romántico Heathcliff y el propio Balthus que no podía aguantar que Antoinette, como la Cathy de la Brontë, tuviese un pretendiente.

El aseo de Cathy

El aseo de Cathy

Cuando pasados los años, el artista se divorcie de Antoinette y se una a la pintora japonesa Setsuko Ideta con quien se casará, ésta pasará a ser su modelo favorita como antes lo había sido Antoinette. En el cuadro de la exposición La habitación turca (1965-66) aparece Setsuko retratada. También en esta parte de la muestra aparecen retratadas tres mujeres en dos o tres cuadros titulados Las tres hermanas (1955): son cuadros que pintó como pago a un galerista para recuperar un cuadro suyo. En estos cuadros vuelve el artista a mostrar mujeres —las tres hijas del galerista— en situación de ensimismamiento, de estar materialmente presentes pero espiritualmente fuera de la realidad a través de la lectura, el juego o la contemplación propia en un espejo.

La habitación turca

La habitación turca

Las tres hermanas

Las tres hermanas

Balthus en sus cuadros desrealiza el mundo. Él mismo ante el escándalo que producían no pocas de sus obras afirmaba que no eran reales, que eran Arte. Y sí, eso es lo que son. Sus lolitas en posturas desgalichadas, adormecidas, con mirada perdida, con la intimidad al aire libre, evidentemente no son niñas, muchachas, mujeres reales. Están claramente en otra dimensión, fuera de las coordenadas racionales que mueven el mundo. Hay mucho de surrealismo, de ilogicismo, en todos sus cuadros. Incluso en algo tan figurativo como puede ser un bodegón, Balthus introduce ese punto de apartamiento de lo consabido. En el que reproduzco en el artículo se observa un martillo que ha roto un envase de cristal; este objeto es un elemento desequilibrador que irrumpe en un conjunto sujeto por demás al clasicismo más depurado; en cierto sentido está desrealizando, renovando el concepto admitido de bodegón. ¡Magnífico!

Bodegón

Bodegón

Y es que en la pintura de Balthus hay mucho de representación, de teatralidad. Los contactos del artista con la dramaturgia fueron tempranos y comenzaron en la órbita del Teatro de la Crueldad muy próximo a los postulados surrealistas. Para el drama Les Cencil de Antonin Artaud, Balthus creó los figurines y los decorados; fue a raíz de esto que entró en los círculos teatrales parisinos realizando no pocos retratos de actrices. Además de para Artaud, Balthus diseñará decorados y figurines para Etat de siège, drama alegórico de Albert Camus, y también para obras de Shakespeare, y óperas y ballets de Mozart o Boris Kochno. Este profundo contacto profesional con el Teatro le lleva a planificar algunas de sus obras pictóricas con estrategias claramente dramáticas (Muchacha en verde y rojo —El candelabro— de 1944-45 es un claro ejemplo; también Paisaje de Champrovent, 1945).

Balthus. Muchacha en verde y rojo —El candelabro—

Muchacha en verde y rojo —El candelabro—

Lo simbólico es frecuente en su pintura y en ese sentido hay que interpretar no pocas de sus obras tanto de exterior —no muy abundantes en la muestra— en las que el paisaje es recreado más que reproducido, como en las de interior con figura humana cuyas facciones semejan máscaras que esconden significados diversos. Siempre las personas que aparecen en sus cuadros son recreaciones, representaciones, y nunca reproducciones ni retratos fieles de seres reales. Es a través del arte pictórico, al igual que Artaud pretendía hacer con sus dramas, que el artista busca una revelación que provoque y sacuda la conciencia del espectador que está ante el cuadro como un ‘mirón’ igual que los asistentes a una representación teatral. Lo que se observa no es real pero, a través de la introspección, esos cuadros de adolescentes en situaciones ambiguas, la aparente atemporalidad e inacción de las escenas, las composiciones cargadas de sexualidad…, transmiten a quienes las contemplan (voyeurs) mucha información sobre el mundo real en que ellos viven. Para entenderla debidamente hay que sentir ese fogonazo de revelación que el artista quiere que surja de la contemplación de sus pinturas.

#Balthus busca una revelación que provoque y sacuda la conciencia del espectador que está ante el cuadro como un ‘mirón’ igual que los asistentes a una representación teatral. #Exposición en @museothyssen #Madrid. @juancargalan. Clic para tuitear

 

Juan Carlos Galán

Balthus

Hasta el 26 de mayo en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid