Resumen del Episodio cinco: Cuidado…

¡¡SPOILERS!!

La imagen de John Walker (Wyatt Russell) sosteniendo el escudo del Capitán América ensangrentado, se convirtió en el fin de un recorrido doloroso y ambiguo en la trama de Falcon y el Soldado de Invierno. Pero en el nuevo episodio es la puerta abierta a todo tipo de cuestionamientos morales y espirituales que, desde la óptica del símbolo, cuestionan a Norteamérica. Con una crudeza inesperada, una sencillez conmovedora y, en especial, una profunda percepción sobre el bien y el mal, el nuevo episodio de la serie se convirtió en una celebración de los ideales de una cultura y también de su reverso oscuro, en medio de una larga sucesión de ideas sobre la oscuridad interior.

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Falcon y el Soldado de Invierno. Episodio cinco

En una de las escenas del Episodio cinco de Falcon y el Soldado de Invierno, Sam (Anthony Mackie) intenta limpiar la sangre en el escudo que le legó Steve Rogers (Chris Evans). Pero no se trata sólo de un gesto de afecto o de respeto. También es una alegoría al símbolo destruido que intenta sobrevivir a la violencia y que quizás no lo logre del todo. Con el rostro tenso, los ojos llenos de lágrimas y las manos abiertas, Sam encarna la decepción y la angustia, la búsqueda de una nueva esperanza del mundo post Thanos, de esta cultura de pequeños horrores que lleva a cuestas como un deber moral angustioso. De hecho, es esta escena pequeña y sencilla, la que sostiene algo más poderoso en un capítulo repleto de reflexiones sobre las cenizas del futuro. Por primera vez Marvel se plantea de forma directa las graduaciones de la moral y el espíritu de un mundo al borde del abismo. 

De hecho, este quizás sea el episodio de las grandes escenas icónicas. En otra y luego de una pelea a mano limpia por recuperar el escudo Sam, Bucky (Sebastian Stan) y Walker terminan tendidos en el suelo, maltrechos y enfurecidos. En el centro, el escudo brilla indemne, como un hilo que vincula a tres hombres con visiones del mundo virtualmente opuestas. De hecho, minutos antes, Walker dejó atrás todo sentimentalismo y declaró quizá, su acto de rebeldía más notorio al sistema que lleva sobre los hombros. «¡Soy el Capitán América!» gritó, empuñando aún el escudo salpicado con las gotas de sangre de un Flag-Smasher. Hay algo siniestro y poético en la forma en que el escudo los une a todos, los separa y se alza por encima del planteamiento del argumento central del programa. Porque en realidad, más allá del uniforme de barras y estrellas, el problema es otro. El algo sustancioso y real, sufrimiento en estado puro. Es un país dividido, un mundo sin fronteras pero fragmentado, un relato acerca de la incertidumbre que abarca no sólo las líneas evidentes del poder, sino también las más sutiles, la más angustiosas y vulnerables. 

John Walker no sólo perdió el escudo, sino que se convirtió en una metáfora de un mal al acecho que Norteamérica conoce muy bien. Uno que no es nuevo ni es desconocido para la cultura pop, pero que Marvel, optimista y lleno de radiante ingenuidad, había ignorado hasta entonces. Pero el Episodio cinco de Falcon y el Soldado de Invierno, no deja un espacio para las suposiciones. «¿De verdad crees que habrá un Capitán América negro?» dice Isaiah Bradley, enfurecido, tembloroso y cansado, en medio de sus recuerdos, luego de mostrar sus cicatrices a Sam. «Nunca imaginamos lo que significaba para un hombre negro ser el Capitán América» dice Bucky, dejando claro que la huida al pasado del Steve no fue un impulso, sino tal y como se había rumoreado, un plan que su más viejo y querido amigo conocía. Sam, lo escucha todo. Ya sea sentado frente a un viejo soldado lleno de terror, borrado del futuro y del pasado o en el patio de su casa en Louisiana, con la luz radiante y frágil de un día cualquiera. Sam, que sostiene el escudo, ahora limpio pero de nuevo sin un portador. Las voces de la conciencia van y vienen. Arroja el escudo, salta, lo sostiene con torpeza. Bucky le contempla, la tristeza y un tipo de experiencia que Sam no puede imaginar. «Ahora, el mundo es distinto» dice «y nos necesita»

Para Walker las cosas no son más sencillas. En la Corte Marcial le despojan de todos sus títulos y del emblema. Pero este hijo de Norteamérica es más que un instrumento roto. «Soy el Capitán América», grita de nuevo enfurecido. Isaiah diría después. «Sólo quieren verse reflejados en su héroe, un hombre rubio de ojos azules» dice con amargura. Y Walker representa ese ideal, pero roto, destrozado a pedazos, convertido en una criatura enfurecida y monstruosa. ¿De qué habla por primera vez Marvel en este capítulo impecable, adulto y deja atrás todo el anterior discurso de su franquicia? ¿Quienes son los hombres y mujeres que pueblan esta tierra rota que surgió de un genocidio?

El Episodio cinco también trae un cameo inesperado: la Condesa Valentina Allegra de Fontaine (Julia Louise Dreyfuss), un personaje clásico del mundo del cómic que aparece en el momento menos pensado para ¿ayudar? a Walker. Todavía no lo sabemos, pero la extraordinaria agente de SHIELDS  — que apareció por primera vez en «Nick Fury, Agent of S.H.I.E.L.D.» en Strange Tales #159 en el 1967 —  es tan temible como infalible. Su presencia no es gratuita y de hecho hay algunas líneas del personaje con la historia del cómic Secret Invasion ¿Es la unión de Falcon y el Soldado de Invierno con lo venidero? No está claro, pero la tarjeta en blanco que deja en manos del caído patriota deja en evidencia que hay un misterio que resolver y una línea que seguir.

Por su parte, Zemo (Daniel Brühl) termina en las manos de las Dora Milaje, que además recomiendan a Bucky no volver a Wakanda por «un tiempo». Pero antes que Oya (Florence Kasumba) desaparezca, el Lobo Blanco le pide un último favor. Uno que termina en las manos de Sam y cuya imagen cierra el capítulo. Mientras el ambiente de miedo y agresión se recrudece y hay el anuncio de un enfrentamiento a no tardar, Falcon abre una maleta de Wakanda que parece contener su futuro. Un futuro que además le conduce directamente a un legado que finalmente lleva del brazo con toda la humildad y la dignidad que Steve Rogers sabía representar el poder en tiempos de miedo. Mientras, Walker, que recibió el escudo sin ganárselo, cierra el capítulo con un guiño de odio. 

Finalmente, el mundo se enfrentará al bien y el mal que nace de los escombros. Lo que sea que suceda será una nueva historia en el extenso y ahora, cada vez más adulto, universo cinematográfico marvelita.

Sigue aquí todos los recaps de Falcon y el Soldado de Invierno

Un artículo de Aglaia Berlutti
Montaje de portada: David de la Torre

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