Noche de Halloween en MoonMagazine: Cementerio para lunáticos de Ray Bradbury
Noche de Halloween. Noche de ánimas. Noche de brujas. Noche de difuntos. MoonMagazine recomienda una lectura para esta noche, o para cualquiera que el lector considere apropiada. La novela comienza la noche de Halloween de 1954 en los estudios Maximus Films, mejor dicho, en la tapia que separa sus terrenos del cementerio Green Glades. Un guionista que quiere abrirse paso en el intricado mundo de Hollywood se encontrará con el exdirector de esos estudios, J.C. Arbuthnot, subido a esa tapia. Fallecido veinte años atrás, Arbuthnot ha decidido dejar de habitar bajo tierra para volver a sus estudios. Otros habituales de dichos estudios surcarán la novela: un director de cine que usa monóculo y se llama Fritz Wong (el lector cinéfilo adivinará a Fritz Lang y el más experto añadirá a James Wong Howe, el «maestro de las sombras», que en 1950 dirigió El vengador invisible); Stanislau Groc, el maquillador responsable del embalsamamiento de Lenin; Constance Rattigan, actriz retirada en el cenit de su carrera, allá por los años 30; o un especialista en efectos especiales, Roy Holdsstrom, responsable del diseño de los monstruos habituales en las películas de los estudios Maximus y en el que no nos costara identificar al mítico Ray Harryhausen, el mago de la stop-motion (1) y creador de los efectos especiales más inolvidables de Hollywood. Precisamente, Ray Bradbury (1920-2012) dedicó a su gran amigo Harryhausen —también, como he dicho antes, a Fritz Lang y James Wong— su Cementerio para lunáticos. El escritor de ciencia ficción recreó la noche de Halloween en varias de sus novelas (El árbol de Halloween, por ejemplo), pero en ninguna con la ironía y ternura que nos aporta Cementerio para lunáticos.
Al valor de los personajes, hay que añadir la iconografía de los escenarios en los que Bradbury sitúa la novela. Por supuesto, tan importante como la descripción que de los estudios Maximus realiza Bradbury (evocación de los de la Paramount) recordando sus años de guionista, es la del otro escenario de la novela: el cementerio contiguo que es la evocación vívida de un cementerio real separado por una tapia de los estudios de la Paramount: Hollywood Forever. Si Bradbury homenajea a Hollywood y su mundo interior, la novela es, por una parte, un homenaje al cine de Hollywood a través de alguna de sus películas, como El fantasma de la ópera o La Bella y la Bestia y, por otra, un homenaje a los cementerios, mejor dicho, al Hollywood Forever, el cementerio de Hollywood localizado en el Boulevard de Santa Mónica y colindante con los terrenos de los Estudios Paramount que una vez fueron también parte de ese cementerio. El cementerio fue fundado en 1899 con el nombre de Cementerio de Hollywood, ha sido protagonista de películas y morada eterna de famosos actores y actrices (entre otras nuestra invitada preferida a cualquier fiesta de Halloween: Maila Nurmi la Vampira más lunática de la historia del cine) y es la sede anual cada 1 de noviembre del festival de música «Día de los Muertos».
Y por último, Bradbury homenajea además a las películas malditas desaparecidas en la historia de Hollywood, como Greed de Erich von Stroheim o Londres después de la medianoche de Todd Browning, la película en la que Lon Chaney encarnó al investigador más increíble, el inspector Burke, que se disfraza (otro homenaje a la noche de Halloween) de vampiro para descubrir un asesinato.
Antes de triunfar con Crónicas Marcianas ( 1950) o Farenheit 451 (1953), Ray Bradbury había sido un joven guionista de películas como Moby Dick de John Houston (para la Warner Bros) o Vinieron del espacio exterior (para la Universal). Cementerio para lunáticos (1990) es un homenaje al Hollywood que conoció Ray Bradbury y que todos podemos reconocer. La novela transcurre como un perfecto guion de cine negro mientras el lector se adentra en la resolución del misterio de la muerte del director del estudio y la mano de una Bestia va matando a quienes pueden saber algo de aquella misteriosa muerte. En 1953, una película de ciencia ficción poco recordada hoy, tuvo como protagonista a una Bestia: El monstruo de tiempos remotos (The Beast from 20,000 Fathoms), que nos hará recordar al radioactivo Godzilla y que es el resultado de experimentos atómicos en el Ártico; una película en la que el gran Ray Harruhausen demostró al mundo por vez primera su habilidad para crear monstruos inolvidables. El guion de El monstruo de tiempos remotos se basó a su vez en La sirena en la niebla, un cuento de Ray Bradbury en el que el protagonista es una solitaria criatura de las profundidades marinas en cuya descripción reconoceremos al plesiosauro, una criatura adorable perdidamente enamorada de un faro y seducida por la ululante llamada de la sirena que guía a los barcos en la bruma.
Bradbury nos invita a iniciar un viaje onírico y lunático, a la vez, en una noche de Halloween, en otro tiempo y en otro espacio, a través de la historia de dos ciudades (subtítulo de Cementerio para lunáticos) y en la vida y la muerte de quienes las habitan:
Había una vez dos ciudades dentro de una misma ciudad. Una era clara y la otra era sombría. Una era puro movimiento, mientras que en la otra todo era quietud. Una era cálida y la atiborraban luces siempre cambiantes. La otra era fría y piedras la aseguraban al lugar. Y cuando el sol caía por la tarde en Maximus Films, la ciudad de los vivos comenzaba a parecerse al cementerio de enfrente, Green Glades, que era la ciudad de los muertos.
La novela de Ray Bradbury no deja de ser también un experimento. Su protagonista —del que no conocemos el nombre pero en cuya piel podemos imaginar al propio escritor— ya lo había sido en una aventura anterior, La muerte es un negocio solitario (1985) y volvería a serlo en Matemos todos a Constance (2002). El joven escritor encargado de escribir el guion de una película de monstruos, tendrá que resolver el puzle del cadáver que regresa de la tumba y de los asesinatos de la Bestia, y no lo hará en solitario, sino que necesitará de la ayuda de Elmo Crumley, el detective que, al igual que la actriz retirada Constance Rattigan, ya aparecía en La muerte es un negocio solitario.
Cementerio para lunáticos es, en definitiva, una novela extraña y onírica, cuyos protagonistas son extraños, tan extraños como el plesiosauro para el farero de La sirena en la niebla o tan extraños como el farero para el plesiosauro. Las criaturas extrañas, como los propios lunáticos, transitan por la novela entre sueños sin futuro y misterios sin pasado, en una telaraña entretejida de ternura.
Cementerio para lunáticos de RayBradbury incluye homenajes a Lang, Lon Chaney... #NochedeHalloween. #Terror. Share on XSi lo dicho no es suficiente para hacer atractiva la lectura de Cementerio para lunáticos en esta noche de Halloween o en el día de los difuntos, siempre podrán recordar las adorables películas de monstruos de Hollywood, todas las criaturas, bestias y monstruos que las protagonizan me parecen adorables… y estoy seguro de que son, incluso, lunáticas.
Les dejo con la canción más bailada en la noche de Halloween por los amantes de las viejas películas de Hollywood. Disfruten lunáticas y lunáticos. Es la noche de Halloween…
Hasta el año que viene.
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