Novela negra y cine negro en la VII Semana Negra en la Glorieta: El sueño eterno. 

Artículo de José Carlos García.

La portada es obra de David Verdejo.

#Novelanegra y #cinenegro. #ElSueñoEterno, #artículo de @AsterixLibreria. De Raymond Chandler a Howard Hawks. Clic para tuitear

Revista MoonMagazine en la VII Semana Negra en la Glorieta

Cuarta y última colaboración en la sección «Novela negra y cine negro», broche final de la participación de Revista MoonMagazine en la VII Semana Negra en la Glorieta, evento cultural organizado por Javier Alonso García-Pozuelo, director de Cita en la Glorieta, revista online de Historia y Literatura.

Con nuestro agradecimiento a Alejandro Moreno Sánchez, Salva Alemany, Almudena Natalías y José Carlos García por el trabajo realizado, y a Javier Alonso García-Pozuelo por la oportunidad brindada.

Vida eterna a la VII Semana Negra en la Glorieta.

Si no fuera duro, no podría vivir; si no fuera comprensivo, no merecería la pena vivir.

El sueño eterno. De Chandler a Hawks

Por José Carlos García

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Raymond Chandler

1938: Raymond Chandler abandona la revista Black Mask tras haber pasado cinco años publicando relatos policiales y retoma su proyecto de publicar una novela, pues piensa que la carrera de un cuentista tiene fecha de caducidad.

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Raymond Chandler

Pero a Chandler se le presentan varios y muy serios problemas. Apenas ha leído cuatro o cinco novelas policiacas, aborrece la forma de escribir de Agatha Christie, considera absurdos a los policías y detectives de Conan Doyle, y según va leyendo historias policiacas, define como muy malas las novelas de sus compatriotas americanos a excepción de Dashiell Hammett. Así, decide que su camino como escritor de novela negra no discurrirá nunca por los caminos de la novela enigma, a la considera tramposa y deshonesta. Pero tiene que crear un personaje, un detective que será tan irreal como los de los europeos, al que tiene que rodear de la cruda realidad de Los Angeles después de la Gran Depresión. Y para ello no le queda otra que documentarse. Lo hace a partir de manuales de procedimiento policial, de medicina forense, lee sobre leyes y abogados y continúa analizando las novelas de sus coetáneos. Para colmo, Chandler se considera a sí mismo como un mal narrador y no le falta razón como veremos más adelante.

A estas alturas, el escritor solo tiene claro el principio de la trama y quién y cómo será su personaje principal, Philip Marlowe, investigador privado al que recupera de su relato El confidente (1934) y al que va a convertir en un hombre solitario, un tipo duro de agudo ingenio y recta moral, con alta consideración de la ley y la justicia, tan americano como el be-bop de Charlie Parker, un tanto misógino, homófobo —para los críticos actuales, no para los de los años cuarenta— y bebedor, que no alcohólico como he leído en más de una crítica (esto sería como llamar drogadictos a todos los fumadores).

Los afeminados son traicioneros y depravados, y las mujeres sólo causan problemas.

Sobre todo, Marlowe será un observador objetivo, narrador y crítico mordaz de la sociedad desigual y corrupta en la que vivió. Si Dashiell Hammett, con Sam Spade, ideó el prototipo de detective hard-boiled, Chandler con Philip Marlowe creó el arquetipo, el modelo para el resto de los detectives de novela negra hasta nuestros días. Y se puede decir que el personaje encajó perfectamente en una sociedad post depresión que idealizaba al gánster, ese tipo capaz de conseguir en poco tiempo esa farsa que llaman «el sueño americano».

La novela

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El viejo e insultantemente rico general Sternwood contrata a Philip Marlowe para que averigüe por qué A.G. Geiger, un librero homosexual que distribuye porno, le está chantajeando gracias a la alegre vida que lleva su hija menor, Carmen, aficionada al juego, al alcohol y a las drogas. Cuando Geiger aparece muerto con Carmen a su lado, desnuda y drogada, todo se complica.

Ninguna de las dos personas que había en la habitación se inquietó por la forma en que entré, aunque solamente una de ellas estaba muerta.

Vivian, la hermana mayor, piensa que su padre ha contratado al detective para encontrar a su exmarido, Rusty Regan, un contrabandista irlandés por el que el general tiene cierto aprecio. Aunque no lo parezca, esta segunda trama será el eje principal de la novela.

Será Marlowe, quien narrando en primera persona nos lleve a ritmo de carga de caballería por una carrera de asesinatos que no parece tener fin.

No les voy a contar mucho más, no es el argumento lo más importante de esta novela. No vayan a comprar ustedes una novela si el librero les dice esto, salvo que el autor se llame Raymond Chandler.

No es el argumento lo más importante de esta novela. No vayan a comprar ustedes una novela si el librero les dice esto, salvo que el autor se llame Raymond Chandler. @AsterixLibreria. Clic para tuitear

El estilo

Este es el factor diferencial que hace único a Raymond Chandler, lo que tantos han intentado emular —desde Ross Macdonald hasta Michael Connelly en la actualidad— y lo que le dio una dimensión internacional a sus novelas.

Es tan complicado de definir como variada fue la vida del escritor. Mezcla con sabiduría la jerga —seguramente aprendida de sus años como soldado, empleado en una empresa ferroviaria y en una petrolera, en los lugares y bares donde vivió y bebió siempre en exceso— con la descripción poética, también fue un poeta frustrado. Sus diálogos son puro ingenio. Utiliza la naturaleza en sus metáforas, la broma, la hipérbole, los símiles llenos de color e ingenio. También es un maestro del ritmo, herencia de sus años como escritor de relatos en Black Mask.

Algunos mechones de cabello blanco y pajizo le colgaban del cuero cabelludo como flores silvestres luchando por la vida sobre la roca pelada.

En verdad, el ritmo de la novela es el ritmo al que habla Marlowe. Según el propio Chandler, es a través del estilo donde las novelas hard-boiled impactan emocionalmente al lector, más allá de una trama trepidante o un argumento perfectamente construido.

Es el ingenio en los diálogos, el ritmo y el estilo de Chandler lo que consigue tapar parcialmente, en mi opinión, errores en la narración que se verán con mucha más claridad en la versión cinematográfica de esta novela inmortal, donde hay un asesinato sin resolver y donde parece —especialmente en el último tercio de la novela— que tienen que aparecer personajes como por arte de magia para poder cuadrar un final.

Howard Hawks

1946: Howard Hawks —maestro en todos los géneros del cine— tiene que cumplir un contrato con Warner Bros y decide hacer una screwball comedy o comedia loca. Para ello, quiere contar con Greta Garbo o Marlene Dietrich como protagonista principal y, al rechazar ambas el proyecto, decide rodar El sueño eterno. Jack Warner, el productor pone los veinte mil dólares en concepto de derechos por la novela y sugiere a Hawks la pareja protagonista.

Dos años antes Hawks había rodado Tener y no tener, basada en el que se dice fue el peor libro de su amigo Ernest Hemingway. Contó como guionistas con Jules Furthman y William Faulkner y eligió como protagonistas a Humphrey Bogart, en la cúspide de su carrera como actor, y a una joven modelo de diecinueve años llamada Lauren Bacall, a la que la señora Hawks había descubierto en una revista.

The Look

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Era alta pero no como un poste de telégrafos

Tener y no tener será recordada por la magistral interpretación de Walter Brennan y por el escándalo que supuso en aquella época el romance entre Bogart, estrella de Hollywood y hombre casado de mediana edad con una veinteañera debutante. Especialmente lo será por la química de una pareja en pleno idilio que consiguió traspasar la pantalla gracias en gran parte a la mirada de Bacall. Según ella misma cuenta, esa mirada que le granjeó el apodo de The Look se debe a la timidez de la debutante, que le hizo estar casi toda la película con la barbilla pegada al pecho, abrumada por Bogart, lo que fue sabiamente aprovechado por su director.

Así que Hawks, por orden y capricho de Jack Warner, volvió a intentar de nuevo quemar los cines a base de miradas repitiendo la pareja protagonista dos años después a pesar de que Raymond Chandler prefiriese a Cary Grant para el papel de Marlowe en El sueño eterno.

La película

Howard Hawks: «Le pedí [a Raymond Chandler] que me explicara quién mató a quién. Él me mandó un cable como respuesta diciéndome que había sido George Alguna Cosa. Yo dije que no podía ser George: él estaba tirado en la playa en ese momento. El me escribió otra vez diciéndome: «Entonces yo tampoco sé»».

Ante la imposibilidad de contratar a Chandler, Hawks cuenta para el guion con sus fieles Jules Furthman y William Faulkner, que tres años después sería premio Nobel de Literatura, y también cuenta con la novelista Leigh Brackett que se incorpora al equipo con la misión de darle más profundidad, más importancia al personaje de Vivian Sternwood, interpretada por Lauren Bacall. De hecho, son Brackett y Hawks los que inventan el romance entre Marlowe y Vivian, que no aparece en la novela.

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Faulkner y Brackett escriben escenas de manera independiente y Furthman se encarga de pulir los diálogos y de las correcciones finales. El director le pide al equipo de guionistas que sean lo más fieles que les sea posible a la novela y, tras ocho días, éstos le presentan un primer guion con los problemas a los que ya he aludido anteriormente, los que el original tenía. Hawks asume la imposibilidad de rodar una película con una línea argumental clara y definida y decide rodar una serie de escenas brillantes. Quizá esta sea la mayor coincidencia con la novela, en ambos casos no se hace necesario explicar los quienes, sino los porqués, importa más hablar de la mezquindad del género humano, de las pasiones casi siempre turbias de los personajes, de la desigualdad social y de la corrupción policial que encontrar al asesino. Si en la novela es el estilo y el ingenio de Chandler lo destacable, aquí es la atmósfera que crea Hawks la que hace de nexo entre todas esas escenas memorables, definición absoluta de lo que fue el cine negro americano. Si se fijan, casi siempre es de noche en Los Ángeles y llueve más en esta película que en toda la década de los cuarenta en la ciudad. La brillantez de los diálogos y la música de Max Steiner crean una continua tensión entre los personajes que se respira, se palpa, en cada escena.

Si en la novela es el estilo y el ingenio de Chandler lo destacable, aquí es la atmósfera que crea Hawks, definición absoluta de lo que fue el cine negro americano. @AsterixLibreria. Clic para tuitear

Era la primera vez que hacía una película en la que decidí que no iba a explicar las cosas. Tan sólo iba a probar a hacer buenas escenas.

El reparto estuvo encabezado por el ya matrimonio Bogart-Bacall como Philip Marlowe y Vivian Sternwood, John Ridgely como Eddie Mars, Charles Waldron como el general Sternwood y Martha Vickers como su hija menor, Carmen. Dejo para el final a la recientemente fallecida Dorothy Malone, la librera que se suelta el pelo, protagonista de una de las escenas más recordadas de esta película. Que a un librero le guste esa escena es casi lo normal, no me culpen. Si en las escenas entre Vivian y Marlowe saltaban chispas en esta salían llamaradas.

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Esta escena pronto desembocará en un incendio

Seguramente habrá habido mejores actores que Bogart para el papel de Philip Marlowe, Robert Mitchum lo fue en el fallido remake de 1976. El hierático Humphry no tenía la mejor derecha que se haya visto en el cine ni agarraba un arma con el estilo del propio Mitchum pero cómo miraba de lado a la cámara, esa forma de hablar tan directa, con el cigarrillo en la boca le dio una total credibilidad al personaje y le llevó a convertirse en el actor ideal para inmortalizar la figura del detective privado en el cine y, por qué no, también en la novela negra. Lo hizo interpretando a Sam Spade en El halcón maltés y lo confirmó en El sueño eterno haciendo que cada vez que hablamos de cine negro o de novelas de detectives la primera imagen que se nos pase por la mente sea la suya.

Siendo su novela más relevante, El sueño eterno no es la mejor novela de Raymond Chandler —para mí lo es El largo adiós— ni la mejor película de Howard Hawks. Pero ambas tienen la virtud de ese producto que se convierte en referencia, que crea la necesidad en el lector o el espectador de leer más novela negra o ver más cine negro. Es mi caso, esta es la primera novela negra que leí y también mi primera película de cine negro americano. Gracias a Chandler descubrí a Dashiell Hammett, a Chester Himes y a Jim Thompson, gracias a Hawks llegué a Perdición, al Halcón maltés, a Laura, a Scarface y a Retorno al pasado. Y ese vicio todavía continúa.

¡Feliz Semana Negra!

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Reseña de José Carlos García

Librería Asterix

Diseño de portada: David Verdejo

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