El Sable de la dinastía

Autor: Jon Lauko

Ediciones PG

Atic ibn Razìn al-Aqqàr, predicador de la mezquita en Valencia y último miembro de los Ibn Razìn, la dinastía que rigió los destinos de la fortaleza erigida en la Meseta del Priorato de Santa María de Oriente (Albarracín), sabedor del final de sus días dicta a Azhar al Bairani —conocido por los cristianos como Jurasan una carta dirigida a su hijo en la que le relata la historia de su familia desde el año en que el primero de la misma, Ibrahim Ibn Razin I, con sus soldados llegase hasta donde regía una comunidad de monjes el Prior Rutilio y decidiese asentarse en la zona construyendo una fortaleza y torres de vigilancia para alertar de la llegada de posibles enemigos, hasta el final de la misma con Lubb, el mayor de los siete hijos de Merwan ibn Hudayl, que murió el 363 de la Hégira, al haber caído en desgracia ante el Califa de Córdoba Abd al-Rahman. Muerto el Califa sin sucesor claro, la Fortaleza quedó bajo el poder de Al-Hayib al-Mansur bi-llah (Almanzor). Lubb lbn Razin se empeñaría en defenderla de los ataques de moros o de cristianos, pero al cabo de pocos años la Fortaleza será conquistada por los almorávides de Valencia quienes la cederían al cabo de unos años a los rumíes del norte, a la estirpe navarra de los Azagra, que edificaron sobre la mezquita una iglesia cristiana, recuperaron las antiguas tierras del Priorato que ya nunca desde entonces fueron enseñoreadas por tropas moriscas y mantuvieron la independencia de la Fortaleza hasta que en 1300 pase definitivamente por conquista al Reino de Aragón.

El sable de la dinastía, de Jon Lauko. Homenaje a «La ciudad de los Razin» 2

Reseña de El Sable de la dinastía

Lo anterior es en resumen lo que se nos cuenta en El sable de la dinastía. Es curioso el juego cronológico que organiza el escritor, Francisco Rubio (Jon Lauko), quien se sirve del recurso literario del manuscrito encontrado para desde nuestra época —no se explicitan los años del siglo XX en que se produce el hallazgo— dar a conocer el supuesto descubrimiento por parte de un sobrino del arabista Angel González Palencia de un texto andalusí del siglo XII traducido al castellano durante tres veranos sucesivos por don Miguel Asín y Palacios junto a sus colaboradores Ángel González, su esposa Angelina, y Emilio García Gómez.

En el manuscrito encontrado hay a su vez dos tiempos históricos: el primero es el correspondiente al momento del dictado del propio texto por parte de ‘Atic ibn Razìn al-Aqqàr situado en el postrer verano de vida de éste, 1215, siendo predicador de la mezquita en Valencia; el segundo período es el más importante y se refiere a los años que van desde la llegada a la zona en el 713 del primer Ibn Razin al abrigo de la conquista general de la Península ideada desde Damasco hasta el año 982 en que el Califato Omeya de Córdoba proclamado por Abderramán III en 929 empieza a atisbar la caída del mismo por los levantamientos de los señores feudales que no quieren plegarse a un único señor y que al cabo de pocos años darán  lugar a los reinos de Taifas. De cuando oficialmente Santa María de Oriente (Santa María el Sarq) fue reino taifa no se dice otra cosa que los nombres de los tres Ibn Razin que ya no se consideraron siquiera nominalmente súbditos del califa cordobés.

El Sable de la dinastía, una genealogía relatada

Yo no calificaría este relato de novela, al menos en el sentido que damos hoy a dicho término; más bien diría que estamos ante una Relación o Crónica en el sentido que durante el Medioevo se daba a estas genealogías relatadas. Para mí que eso es lo que Jon Lauko ha querido ofrecernos: la historia de esta localidad –la actual Albarracín— hecha en forma de relación de los señores que la dominaron, gobernaron y engrandecieron, los Razin, de quienes deriva el topónimo que la designa que quiere decir «la ciudad de los Razin». Y es que sobre todo lo que nos presenta El sable de la dinastía son las vicisitudes duras, terribles, inhumanas, muchas veces sangrientas, por las que pasaron los distintos habitantes de esta Meseta (musulmanes, rumíes y algunos hebreos) así como viajeros que durante días, meses o algunos años pernoctaron en las dependencias de la misma camino de Sevilla (Isbiliya), Valencia (Balansiya) o Córdoba (Qurtuba).

A través de un manuscrito andalusí conocemos la historia medieval de la actual Albarracín. #cultura árabo-islámica. #NovelaHistórica @jonlauko @PgEdiciones. @juancargalan. Clic para tuitear

Mérito sin duda del autor es el tono dado a la obra. Jon Lauko impregna el texto de una tonalidad medieval arábiga muy lograda. Tanto que en ocasiones no es sencillo seguir el hilo de la genealogía de los personajes o los nombres de las distintas poblaciones al ser los mismos transcripción fonética de los términos árabes a los que los lectores de hoy no estamos muy acostumbrados: «Llegó el Señor de Santa María, el joven y valeroso Hasim Ben Abd al-Malik Ben Ahmad el Desterrado Ben Ibrahim Ibn Jalaf Banu Razin» (pág. 143). También es característico de este modo de escribir introducir,  al estilo de los textos sagrados musulmanes, frases hechas de sentido religioso cada vez que es citado el nombre de Dios o  se hace alguna referencia a alguien ya fallecido: «A esto ha escrito con acierto mi mentado maestro Muhammad ‘Ali Ibn Hazam (¡Dios le haya perdonado!)», cuaderno 18º; o «El Todopoderoso, ¡alabado sea su nombre!, traza los caminos para las grandes empresas por encima del entendimiento de los hombres» (pág. 43).

Cultura árabo-islámica

En esta línea estilística medievalista cabe también referir la estructura de todos y cada uno de los 22 cuadernos de que se compone El sable de la dinastía. Su disposición me ha recordado muchísimo la del libro El Conde Lucanor que escribiera el infante don Juan Manuel en el siglo XIV. Como en él se distinguen dos claras partes: una que respondería al momento principal de los dos partícipes en la narración: en El Conde Lucanor, la conversación motivadora entre el Conde Lucanor y su consejero Petronio, y la otra referida ya al relato propiamente dicho del cuento o enxiemplo a través del cual Petronio aconseja a su Señor. En El sable de la dinastía la primera parte refiere la llegada diaria del escribano Azhar al Bairani a la zona ajardinada (el Jardín de los cerezos) de la casa donde espera su final ‘Atic ibn Razìn al-Aqqàr, y al igual que en el libro escrito por el sobrino del rey Alfonso X aunque en menor número por ser distinta la intencionalidad de una y otra obra (El Conde Lucanor es sólo una colección de ejemplos para la enseñanza de los nobles, y El sable de la dinastía es la Crónica de la dinastía de los Razin que fundaron la Fortaleza de Santa María de Oriente) aparecen dispersos por los distintos cuadernos breves relatos sobre asuntos diversos (el del Judío Loco que puso a todos a balar, el de la hija del Visir que casó con hombre que no la tocaba y que resultó estar muerto, el de la historia del verdugo Jalil al-Qãbilã el Africano, etc., etc.) que aunque mantienen un punto de unión con la historia de los Señores de la Sahla y la Meseta, sin embargo bien podrían formar parte de una colección independiente de apólogos medievales.

Si algo me ha impactado especialmente es la fidelidad y verismo con que se relatan las terribles torturas a que los hombres de esos dos siglos sometían a quienes consideraban traidores. Eran torturados mediante el fuego, la mutilación de órganos diversos, la rotura de brazos o piernas, la ceguera provocada,… y otras lindezas que la mayor de las veces finalizaban con la cabeza del sufriente puesta en una pica para que sirviese de aviso a quienes pensasen comportarse de manera parecida a la del muerto. Sí, en verdad, la Edad Media era así por mucho que ahora queramos endulzarla e idealizarla con cantos creados por los románticos del XIX

El léxico es sin duda una característica destacable de la obra, si bien en mi opinión se echa en falta una especie de glosario de términos que facilite la lectura de la obra. Es un vocabulario de un mundo hoy ya desaparecido y ya casi completamente olvidado referido al mundo militar como loriga (armadura), grebas (piezas para la protección de las piernas), razzia (ataque sorpresivo), Sahib al-barid (cargo militar), etc.; también a rezos musulmanes como la jotba (oración del viernes) o a cuestiones de la propia administración ciudadana como cadí (juez), gabelas (impuestos), aljama  (conjunto de personas), etc. De manera singular hay que resaltar, al tratarse de una obra que en suma relata los avatares de la construcción y defensa de la Qasaba (Fortaleza) de Santa María de Oriente perteneciente a la Cora (circunscripción administrativa) de Santaver, los términos referidos a la arquitectura del momento. Abundan especialmente al relatar la muerte del arquitecto de la misma Mustay-Bei Efendi en una especie de homenaje a él y su oficio: «Entregó su alma a Dios (¡loado sea su Nombre!, ¡Que el Misericordioso le perdone y salve!) entre troclas, poleas, vigas, palancas, palomillas, tripastos y pentapastos, súculas, órganos de Chersifronte, líneas rectas y circulares, cócleas, espitas, catapultas y escorpiones» (pág. 150).

El sable de la dinastía, de Jon Lauko. Homenaje a «La ciudad de los Razin» 1

También una especie de Dramatis Personae, de personajes intervinientes en el relato sería de enorme ayuda para la lectura. Es tal el número de los mismos que, unido a la lengua árabe que se transcribe, resulta complicado ubicar debidamente a cada uno de ellos. A veces el autor, seguramente consciente de ello, decide realizar un resumen genealógíco, y lo hace de modo acorde al texto medieval que se supone han descubierto:

Sa’id, el abuelo de mi señor el cadí Abu Bakr ‘Atiq (¡Dios se apiade de él, le perdone y salve!) odiaba  a los nuevos amos de la Qasaba que habían arrebatado la Meseta y la Sahla toda a su hermano que fuera el último señor de Santa María, quien sostuvo por tan poco tiempo el título de Husam al-dawla, el pusilánime Yahia hijo del Du-l-ri’asaayn Abd al-Malik (quien con tanto valor y durante tantos años sostuvo su reino) hijo de Hudayyl Izz al-dawla hijo de Jalaf hijo de Lubb hijo de Yahyã (quien gobernó tras la muerte del valeroso Merwan) hijo de Hudayl hijo de Isa hijo de Ubayd Allah el Noble hijo de Lubb el Cojo hijo de Hasim hijo de Abd al-Malik hijo de Jalaf (de quien a su muerte, tomó el poder su hermano Ahmed el Desterrado) hijo de Ibrahim Ibn Jalaf ben Razin el Africano. Y ese odio fue su perdición (pág. 200).

Conclusión

 

El sable de la dinastía, de Jon Lauko. Homenaje a «La ciudad de los Razin»

 

 

El sable de la dinastía es una obra que demuestra el gran amor que tiene a su tierra Jon Lauko, nacido en Caminreal (Teruel) y educado en Calamocha y Teruel en cuyo instituto Ibáñez Martín tuvo como profesor a José Antonio Labordeta quien en sus propias palabras «le inculcó la pasión de leer». Yo añadiría que también le debió si no inculcar, sí reforzar, ese inmenso amor a la tierra aragonesa que el ya desaparecido Labordeta tenía y que Francisco Rubio demuestra en este sentido homenaje histórico a una localidad, Albarracín, que supo luchar por su singularidad y que se mantuvo libre de dominio alguno durante más de doscientos años, gracias a lo cual se ganó el nombre que orgullosa aún ostenta de «La ciudad de los Razin», la dinastía que la mantuvo independiente gracias al sable que con energía y también sin piedad alguna blandió contra todo aquel que osó querer adueñarse de ella.

 

 

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Reseña de Juan Carlos Galán

Diseño de la portada de la reseña: David de la Torre