A Carlos Ruiz Zafón le gustaban los dragones, los libros y los misterios de las calles envueltas en la niebla. Carlos Ruiz Zafón tenía tres aspectos que lo convertían en un escritor único que fue capaz de conectar con su público. Carlos Ruiz Zafón no será olvidado.

El Premio Edebé, el Fernando Lara o el Premio Euskadi de Plata 2008 y reconocimientos extranjeros como el Premio al mejor libro extranjero 2004 en Francia o el Barry Award a la mejor novela, entre otros reconocimientos, solo son algunos de los méritos de este ya insigne escritor de nuestras letras. Pero ¿qué hacía de Zafón un escritor tan importante? La respuesta está en su obra y en los secretos que envuelven los dragones, los libros y los misterios.

A #Zafón le gustaban los dragones, los libros y los misterios de las calles envueltas en niebla, aspectos que lo convertían en un escritor único que conectaba con su público. #CarlosRuizZafón no será olvidado. @Carlos_Eguren. Clic para tuitear

Zafón y los dragones

Carlos Ruiz Zafón siempre mostró un talante tranquilo en las entrevistas, abierto a las bromas, pero, sobre todo, a la reflexión y el deseo de contar historias. No perdía el tiempo con comentarios incendiarios, él prefería hablar de su pasión: los libros, las historias, los sueños… A menudo, contaba cómo tenía la afición de coleccionar dragones, seres míticos que como aquel al que se enfrentó Sant Jordi, representaban para él la magia de la literatura.

Y todos los que hemos leído a Zafón, conocemos su magia. Pertenezco a una generación que creció con la obra del autor catalán. Recuerdo a mis hermanas mayores leyendo El príncipe de la niebla, esa obra tan terrorífica que les habían mandado a leer en el instituto. Como era para mayores y yo era un crío, esa obra se cargó de un aire legendario para mí. Era prohibida, era terrorífica, era sombría. Años después, desde que pude, robé aquel ejemplar a mi hermana y lo leí. Y lo volví a leer varias veces durante mi adolescencia. Y me encontré con una historia de misterio, aventuras, terror y, también, con la amistad. Y no lo cambiaría por nada.

Carlos Ruiz Zafón, la inmortalidad del Cementerio de los Libros Olvidados 2

Zafón siempre fue un melancólico, un autor que, sin renegar de la literatura española, era un romántico más cercano a Edgar Allan Poe e incluso al talante popular de Charles Dickens o Victor Hugo, que un simple escritor de bestsellers y, para mí, desde aquella época, significó una buena historia con todo eso que algunos dicen que no debe leer un crío, pero que llenaba mi alma de pensamientos que se instauraron en mi memoria.

Cuando llegué a los dieciséis y me mandaron en el instituto leer Marina, recuerdo que fue una de esas historias que no leí, sino viví. Recuerdo perderme con Oscar Drai por Barcelona, encontrarme con Marina en su viejo caserón, deambular en busca del misterio de Mijail Kolvenik y soñar con resolver todos aquellos puzles que significaban crecer: enamorarse, perder a seres queridos, soñar… Puede que nunca los resolvamos, puede que eso sea la vida.

Carlos Ruiz Zafón, la inmortalidad del Cementerio de los Libros Olvidados

Desde entonces, Marina se convirtió para mí en una obra de referencia que me dio ganas de escribir y eso solo lo consiguen las grandes obras, que no son esas que simplemente reciben buenas críticas, son aquellas que cambian la vida de los lectores. Cambiar vidas, ese es el auténtico objetivo del arte.

#Marina se convirtió en una obra de referencia que me dio ganas de escribir y eso solo lo consiguen las grandes obras, no las que simplemente reciben buenas críticas, sino aquellas que cambian la vida de los lectores. @Carlos_Eguren. Clic para tuitear

Cuando llegué a bachiller, recuerdo devorar La sombra del viento y conmoverme profundamente, desear alguna vez ir a Barcelona y redescubrir esos misterios. Todos los lectores de la obra del escritor catalán deseamos encontrarnos algún día con el Cementerio de los Libros Olvidados y adoptar una de esas obras que te cambian la vida.

Carlos Ruiz Zafón, la inmortalidad del Cementerio de los Libros Olvidados 1

Puede que una de esas obras fuese la que vino después. Leí El juego del ángel, porque mi profesora de Filosofía lo trajo a la biblioteca del instituto. Recuerdo aquella sombría tarde en el que lo abrí y me dispuse a leerlo y, desde ese instante, me sentí identificado con aquel escritor perdido, embarcado en la creación de una obra encargada por el mismísimo demonio. Han pasado los años y nunca he olvidado su inicio:

Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela: su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que él. Un escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene precio.

Seguí leyendo a Zafón a medida que crecía y estudiaba. Siempre sentí su influencia en mi obra. Como siempre digo, si hay algo bueno en mis relatos o novelas es gracias a los autores que he leído y siempre he sentido que la red de Marina me ha acompañado todos estos años.

Cuando visité Barcelona en 2017, sentía que estaba viajando a una de sus historias. Pocos autores han hecho un favor mayor por cualquier ciudad que el que hizo Zafón en La sombra del viento, obra que le valió el elogio de autores como Stephen King: «Hay que ser un romántico de verdad para llegar a apreciar todo su valor, pero si uno lo es, entonces es una lectura deslumbrante».

Una vez me convertí en profesor, recuerdo que, en una de las primeras reuniones de departamento de mi primer curso, defendí que leyésemos a Carlos Ruiz Zafón. Tristemente, una compañera efímera que partió tan rápido como llegó, se echó a reír y dijo que odiaba a autores populares como Zafón. Imagino que, si pudiésemos bajar el sonido de tan funesta escena, escucharíamos el sonido de mi alma al partirse. Por suerte, me libré (nos libramos) de tan «insigne» compañera y, al siguiente curso, nadie puso reparos en que mis alumnos de 3º ESO leyesen Marina. ¡Qué maravilla descubrirles una obra que te encanta a tus alumnos! ¡Es redescubrirla! ¡Es contagiar el entusiasmo, la magia de las palabras! Si nunca lo han sentido y tienen un hijo, un sobrino o alguien más joven cerca, háganlo, descúbranle un libro que amen, y sentirán que todo tiene sentido.

Si nunca lo han sentido y tienen un hijo, un sobrino o alguien más joven cerca, háganlo, descúbranle un libro que amen, y sentirán que todo tiene sentido. #CarlosRuizZafón, por @Carlos_Eguren. @edit_planeta. Clic para tuitear

A mis estudiantes recuerdo hablarles de Barcelona, del misterio, del poder de los libros, del personaje de Marina, de la plaza de San Felipe Neri que sirvió para el vídeo de My Immortal de Evanescence (que bien podría recoger el espíritu de Zafón)… y recuerdo, meses después, recibir los trabajos de mis alumnos, desde canciones hasta cuentos o portadas alternativas, pasando por un mágico lapbook negro, con las letras góticas en plata, donde hablaba del personaje. En el balance final de este curso tan insólito, muchos de mis alumnos han hablado de la importancia de esa novela. Ya todo ha merecido la pena, lo bueno y lo malo, si han descubierto la majestuosidad de un libro. Siento que, dentro de lo que cabe, quedo un poco más en paz con Zafón, aunque los lectores jamás devolvemos del todo el favor a nuestros escritores favoritos, por eso seguimos leyéndoles, escribiendo sobre ellos y sintiendo que su pérdida es terrible.

«Los lectores jamás devolvemos del todo el favor a nuestros escritores favoritos, por eso seguimos leyéndoles, escribiendo sobre ellos y sintiendo que su pérdida es terrible». In Memoriam de #CarlosRuizZafón, por @Carlos_Eguren. Clic para tuitear

Escribo todo esto porque la literatura es un dragón cuyo fuego ilumina nuestras vidas y cuando nuestras vidas arden, sus cenizas son esparcidas como recuerdos. Mucha gente hablará en estos días y en el futuro sobre Zafón, pero ninguna contará lo que yo sentí. Y mientras almacenemos estas llamas en nuestros corazones, el dragón seguirá volando.

Zafón y los libros

Es innegable: Carlos Ruiz Zafón siempre sintió pasión por su trabajo. Capaz de componer música para sus propias obras, aunque comenzó como guionista y miembro de una compañía publicitaria, pronto el deseo de contar historias en el mundo literario le llevó a escribir aquellos libros que jamás podrían ser convertidos en películas.

Cuando se marchó a Los Ángeles, en su refugio, encontró sus primeras historias. El príncipe de la niebla, El palacio de la medianoche, Las luces de septiembre y Marina son obras fundamentales para muchos de nosotros, lograron atraer al público más joven (y no solo más joven) al mundo de las letras. Ya solo por eso, merecen la pena. No es sencillo escribir sobre seres siniestros que conceden deseos, huérfanos perdidos, la melancolía, el misterio o la muerte para los más jóvenes, pero Zafón lo lograba.

En 2001, inauguraría su ciclo de El Cementerio de los Libros Olvidados con el primero de cuatro volúmenes. La sombra del viento, El juego del ángel, El prisionero del cielo y El laberinto de los espíritus forman parte de un inmenso homenaje a la literatura que hizo Zafón. Siempre fue una tetralogía que, en realidad, para su escritor era como cuatro puertas a un mismo laberinto de libros que le fascinaba. El laberinto, por supuesto, es un motivo tan maravilloso para el escritor que ha encandilado a muchos como Jorge Luis Borges o Michael Ende, otros dos amantes de las historias, como el propio Zafón.

Duele llegar al final del laberinto y decir adiós, ver cómo un autor con el que has crecido parte. Nunca se está preparado. Aquel que jamás ha descubierto el placer del arte, puede que jamás logre sentir algo tan extraño como sentir aprecio por alguien que ni siquiera conoces, pero sientes como un amigo gracias a su obra. La sensación que se me ha quedado, tras que una compañera me diese la noticia de su fallecimiento, es que ha partido un amigo. Parecerá exagerado, pero no lo es. Escritores como Carlos Ruiz Zafón nos recuerdan la magia de la lectura y si por algo siento fervor en mi vida, es por los libros.

Escritores como #CarlosRuizZafón nos recuerdan la magia de la lectura y si por algo siento fervor en mi vida, es por los #libros. Un artículo de @Carlos_Eguren dedicado a la memoria de aquel que le hizo desear ser escritor. Clic para tuitear

Carlos Ruiz Zafón y los misterios

Muchos intentaran agriar esta despedida como intentaron agriar la fama del autor. «El mundillo literario es 99% mundillo y un 1% literario», dijo una vez el escritor catalán y, durante toda su trayectoria, esta cita cobró una gran importancia. Alejado de ese mundillo de puñaladas traperas y viviendo en Los Ángeles, las críticas de otros autores (muchos de ellos de la novela negra) y algunos reseñadores que piensan que su opinión es misa, no se hicieron esperar. ¿Cómo iban ellos a tolerar que alguien que sentía pasión por contar historias fuese aceptado por el público?

Recordemos que el propio Zafón recogía en su obra el espíritu de autores que, como Valle-Inclán, nos hablaron de la tradición española del martillo: cualquier clavo que destaque en la cultura de nuestro país (si es que hablar de cultura no es pantomima en este caso), es machacado a base de martillazos. Es muy español; en vez de apoyar al autor, lo que se busca es hundirlo, frente a la actitud sana que sería que cada uno se esforzase en destacar, lo que haría que esta sociedad fuese mucho mejor, pero esto es España y parece que no podemos ir contra la genética que cargamos desde el Barroco. Por desgracia, no es un misterio. Guardé hace mucho tiempo esta cita suya:

De hecho, una de las mayores alegrías que he tenido como escritor es haber recibido toneladas de cartas de chicos que se han aficionado a la lectura leyendo novelas que yo he escrito, algunas incluso que son de lectura obligatoria en muchos colegios. Que un niño de once años, que en su vida había leído un libro, te diga que quiere ser escritor a partir de haber acabado mi libro. La literatura juvenil hace una labor importante que muchas veces no se valora o no se comenta.

No ignoremos que, mientras que en el extranjero se homenajea a una figura como la de Charles Dickens, autor popular, en España somos partidarios de renegar y considerarlo cultura de segundo nivel. Ya se hizo con Benito Pérez Galdós y se volverá a hacer con tantos otros escritores que lograron éxito de público en nuestro país. Somos así. A ver, señoras y señores, para haber cultura de segundo nivel debería haber al menos una cultura y España, tristemente, demuestra cómo el arte le importa poco. Entonces, ¿por qué no disfrutar sin más de la literatura de Zafón?

Donde algunos hablan de marketing (¿no fue el boom de la novela hispanoamericana una estrategia hasta cierto punto de marketing y nadie llora por ello?), otros tendríamos que reivindicar que, si no hay nada auténtico en una obra, esa obra no puede permanecer durante tanto tiempo; no hay campaña publicitaria para un autor mediocre que dure veinte años, por mucho que algunos sean partidarios de la conspiración. Pero, pese a las críticas de algunos que hablaban de la baja calidad de su obra o de tirar lo tópico o lo típico del género o de Barcelona, lejos de caer en polémicas, Zafón siempre fue partidario de hacer lo que mejor hacía y lo que más le gustaba: escribir.

Y pese a que muchos ardiesen en la pura rabia de la envidia, más allá de ser arropado por la editorial Planeta, el público era fiel a Zafón, convirtiéndolo en uno de los autores más leídos en nuestra lengua y que a más generaciones ha influenciado. Frente a otros autores que comenzaron en el género juvenil para luego insultarlo o renegar de ello (se me vienen un par de nombres que no mencionaré), Zafón siempre se mostró muy orgulloso de obras como El príncipe de la niebla o Marina, dedicadas a los más jóvenes, pero capaces de conectar con el público de cualquier edad. Él siempre dijo estar satisfecho con encontrarse con lectores que empezaron a leerlo cuando eran adolescentes y, a medida que iban creciendo, continuaban con sus otros libros. Precisamente por el talante tranquilo y, a la vez, apasionado por las historias de Zafón, se le recordará como un escritor que escribía y no como un juntaletras abierto a eternas y estériles polémicas. Y entre las dos, para la literatura y la memoria, más vale la primera imagen.

Puede que nuestro país guarde silencio, como tan bien se le da hacer con la cultura. Puede que Barcelona decida no recordar a un autor que trajo la magia de la literatura moderna y sombría a sus calles. Puede que alguien coloque una plaquita con su nombre por quedar bien… Pero siempre he pensado que a los escritores no hay que celebrarlos con simples homenajes, sino con auténticos homenajes y el homenaje más auténtico que se le puede hacer a Carlos Ruiz Zafón es leer su obra. Coger cualquiera de sus libros y embarcarse en una de sus aventuras. Soñar con lo imposible. Resolver los secretos. Fascinarse con su prosa tan marcada por esos autores oscuros y de aventuras que todos dicen leer, pero que nadie ha leído. Es el mayor homenaje.

Mucha gente hablará en estos días y en el futuro sobre #Zafón, pero ninguna contará lo que yo sentí. Y mientras almacenemos estas llamas en nuestros corazones, el dragón seguirá volando. @Carlos_Eguren. Clic para tuitear

Hoy, los dragones, los libros y los misterios quedan huérfanos sin Carlos Ruiz Zafón. Nuestro es el deber de recordarles que su padre no se ha marchado para siempre, que revivirá con cada gota de la sangre de tinta que liberemos del cautiverio de la página cuando la devoremos.

«Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él» escribió Carlos Ruiz Zafón, palabras que ahora se recuperan con más pasión y significado que nunca.

Para siempre, Carlos Ruiz Zafón nos aguarda entre la niebla de los libros y la magia.

Carlos J. Eguren

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Montaje de la portada: David De la Torre

 

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