María Jesús Mena debuta en la publicación literaria con estos Poemas ciegos que vieron la luz (y disculpen el fácil oxímoron) hace un año, y a los cuales, dentro de nuestro ciclo poético madrileño, damos hoy presentación. Especializada en resolución de conflictos, así como en inmigración y cooperación, esta madrileña es una trabajadora social vocacional y ello la lleva a desempeñar su labor en ámbitos tan duros como la violencia de género y la trata de seres humanos. Su pasión por la literatura despierta primero como lectora y pronto como autora. Para esto último se prepara asistiendo a talleres de escritura como los ofrecidos en la escuela creativa de Clara Obligado. María Jesús Mena lleva un tiempo publicando relatos y reseñas en diversos medios como el blog La piedra de Sísifo. Con un reportaje sobre la librería Lello de Oporto acaba de iniciar sus colaboraciones periodísticas para MoonMagazine.

#Reseña: #PoemasCiegos, de @MaraJes77574155. @Olelibros. #ManuLópezMarañón. #Poemario de temática amorosa: la autora, María Jesús Mena, ha sabido atesorar la memoria viva de lo que ha sentido. Clic para tuitear

De Poemas ciegos hay que decir que estamos frente a un poemario de temática predominantemente amorosa. El sevillano Gustavo Adolfo Bécquer dijo: «Todo el mundo siente. Solo a algunos les es dado guardar, como un tesoro, la memoria viva de lo que han sentido. Yo creo que éstos son los poetas»… y María Jesús Mena es de las que, no cabe duda, saben atesorar. Pero, no satisfecha con este botín, selecciona después momentos de su biografía que busca compartir con sus lectores sin caer —como tantos otros caen— en los vergonzosos exhibicionismos de tanta herida sin cerrar.

Hay por tanto dolor sincero y criba en estos versos de desamor, pero, asimismo, revolotea sobre ellos una fina huella de impersonalización que los hacen más universales y fáciles de compartir. Los poemas felices de María Jesús (que los hay, y no pocos) abren, por el contrario, espacio a lo impúdico haciendo que broten ahora imperiosas ganas de catar semejantes delicias… ¿Prenderá sobre todos los lectores (como me ha pasado a mí) este apremio carnal obligatoriamente compartido?… Nos encontramos ante la inevitable incertidumbre creadora, capaz de llegar o no al destinatario… Y es que, como el italiano Cesare Pavese dejó escrito: «Hacer poesías es como hacer el amor; nunca se sabrá si la propia alegría es compartida».

Los poemas felices de @MaraJes77574155 abren espacio a lo impúdico haciendo que broten ahora imperiosas ganas de catar semejantes delicias. #Reseña de #PoemasCiegos por #ManuLópezMarañón.#Poemario #poesía @Olelibros. Clic para tuitear

Para respetar un orden temporal en el proceso de ruptura amorosa analizo primero la segunda parte de Poemas ciegos, la titulada «Abandonos». Está constituida por 7 composiciones ([8], [9], [10], [11], [12], [13] y [14]) que se ocupan de esos momentos previos a un final de relación, cuando el estallido parece inminente y se busca cualquier arreglo: una intrascendente noche amorosa; la inquietante simetría espacial entre el encuentro y la despedida de dos amantes; el deseo de reiniciar el amor antes de su fin (causado, sobre todo, por el temor a la soledad); los recuerdos agradables interfiriendo sobre la decisión de dejar al otro; las dificultades imaginadas para sustituir un amor con otro; la resistencia a dejar marchar al amante tras haber pasado, promiscua e inútilmente, por otros brazos, y el extenso –y bellísimo– poema autobiográfico que da título al libro, «Versos ciegos», donde la generosidad de la poeta entregándose con plenitud obtiene como único premio, y hasta el último segundo de la relación, la frialdad de su ciego amante.

 

LA PÉRDIDA

Un día busqué el lugar exacto

en el que nos encontramos.

No tardé demasiado en dar con él.

 

Poco tiempo después,

busqué en el que nos perdimos.

Tardé algo pero al final lo hallé.

 

Eran el mismo.

 

Los dramáticos temas que desarrollan los poemas de la primera parte, «Calles» ([1], [2], [3], [4], [5], [6] y [7]), resultan ser lógica continuación a esas anunciadas rupturas de la segunda. Aquellas amables calles que llevaban en volandas a la poeta a casa de su amante se han vuelto angostas; el feliz momento de ver por vez primera al amado (la epifanía del amor) se rememora ahora con retrospectiva desolación; el anonimato de la ciudad en agosto –sin él–, resulta asimismo insufrible. Se recuerdan también, con cinismo, pasadas proezas sexuales de la hoy consumida pareja o se censa con tajante negatividad otra colección de recuerdos (sobre lugares, conversaciones y paisajes) que acarrean tristeza. Acaba esta parte con un reconocimiento de la poeta de ser única culpable en su inestable deambular sentimental.

 

LA CIUDAD SIN TI

Te fuiste ya,

cansado de esperar que te buscara

en la inexistente quimera de una boca.

 

Te alejaste

porque no anhelaba tus abismos

ni tu sombra.

 

O eso creímos ambos.

 

Pero a pesar de eso,

no puedo concebir ya esta ciudad,

sin tu anonimato errante

por mis calles.

 

La tercera parte de Poemas ciegos es la más ambiciosa y, por ello, la más extensa, ya que recoge 13 composiciones ([15], [16], [17], [18], [19], [20] [21], [22], [23], [24], [25], [26], [27] y [28]). Se titula «Tránsitos», y, aunque sigue habiendo algunos poemas amorosos, estos están englobados en una temática más amplia: la del viaje poético. Un viaje que recorre estaciones tanto espaciales como temporales, y que nos hace reconocer cómo, sin ningún género de duda, «el mejor viaje de este mundo es el que lleva de un verso a otro».

La búsqueda de ese amante ideal acaba cuando menos te lo esperas; el hastío que cualquier patria conlleva puede combatirse fundando otra menos agobiante: la fundada por la pareja; el viaje del poeta alejandrino Constantino Kavafis (caracterizado por patear ciudades, aprender de los sabios y regresar viejo, pero enriquecido, al lugar de partida—antes de morir, por favor, lean «Ítaca»—) sirve a María Jesús Mena para resaltar la movilidad y los encuentros con la belleza que acarrea cualquier viaje que trascienda al simple desplazamiento. El mar embravecido del que escapa la poeta dejándose arrastrar hasta la orilla o ese descubrimiento de unas ruinas que la decide a reedificar su vida ejemplifican al viaje como huida del propio infierno: vida sólo hay una y no podemos desaprovecharla. Dos viajes a la postguerra española, uno recordando a su abuela víctima de una dura época y otro que elogia a aquellos niños que supieron abrirse paso en la larga noche del franquismo, dan paso a un último viaje, también temporal: al Madrid del 11M para homenajear a las víctimas de aquel brutal atentado.

María Jesús Mena resalta la movilidad y los encuentros con la belleza que acarrea cualquier viaje que trascienda al simple desplazamiento. #PoemasCiegos, de @MaraJes77574155. @Olelibros. #Reseña: #ManuLópezMarañón. Clic para tuitear

Como escribe el poeta mejicano Alberto Blanco: «Los poetas, desde siempre, han hecho de la alabanza del viaje su verdadero oficio, mucho más que la del puerto de salida o la del siempre hipotético destino final».

 

MI VIAJE

Un viaje en sí no es nada,

quizá tan solo un deambular,

un cambio de estancia,

un traslado,

una mirada hacia otra parte,

un rastreo,

quizá tan solo eso y casi nada,

una búsqueda vagabunda de lo insólito,

un furtivo encuentro entre lo bello.

 

Un único, dilatado y sentido, poema da cuerpo a la cuarta y última parte de Poemas ciegos. El poema [29] se titula «El vuelo». En él un aviador, tras no pocas resistencias, convence a una poeta para otear el mundo desde su cabina y crear así, en la inmejorable compañía de las nubes, nuevas palabras. Gozosa de la experiencia aérea, la escritora decide no querer saber más del suelo firme. Y es que como avisó Claudio Rodríguez: «La poesía es el canto, la elevación de la palabra, siempre arrimada ésta al alma. Si no veo al espíritu, todo me parece epidérmico, lateral, anecdótico».

 

EL VUELO

[…]

Me deslicé por el pasaje sonámbulo del viento,

un ruido para poder permanecer allí

sin la cobardía del tiempo en mi pulsera,

desnuda de otras vidas que ya eran solo lastre entre mis medios.

 

¿Quién quería bajar de esa belleza

y volver a ver la nada desde el mundo?

¿Quién después de haberlo visto todo,

querría sentir el sedimento muerto?

 

[…]

 

Con estos Poemas ciegos, María Jesús Mena abre la puerta grande de la poesía. Leyéndola hemos comprendido mejor al premio Nobel irlandés, Seamus Heaney, cuando dijo: «La poesía no es la música del alma, sino el silencio de una inteligencia que ha ido formándose en el mundo, hasta transformarse en espíritu capaz de cantar libremente». Si la inteligencia y sensibilidad de María Jesús se las apañan para seguir cosechando nuevas metáforas (terrenales y/o celestes), desde aquí le auguramos una imparable carrera literaria.

 

Con #PoemasCiegos, @MaraJes77574155 abre la puerta grande de la #poesía. Si su inteligencia y sensibilidad se las apañan para seguir cosechando nuevas metáforas, le auguramos una imparable carrera literaria. @Olelibros. Clic para tuitear

 

Poemas ciegos. Mª Jesús Mena. Poesía madrileña (IV)

 

 

 

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Reseña de Manu López Marañón

Diseño de la portada de la reseña: David de la Torre

 

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