Llegué a la obra de Carlos Ruiz Zafón a través de las páginas de La sombra del viento. Como muchos, imagino. En las primeras páginas de La Ciudad de Vapor (Planeta) encontramos una frase de aquella novela. Una que habla de figuras de vapor, del gentío de las Ramblas y de pasos perdiéndose en la sombra del viento. De figuras de vapor tiene mucho esta recopilación de cuentos que Ruiz Zafón planteó como un reconocimiento a sus lectores. Las Ramblas de Barcelona así como otros rincones de la ciudad condal forman parte del decorado coprotagonista de una decena de estas historias. La enfermedad primero y el fallecimiento más tarde del propio Ruiz Zafón amén de la cercanía en el tiempo del final de la tetralogía de El Cementerio de los libros olvidados postergó la edición de esta La Ciudad de Vapor. Con su marcha, son sus pasos, los de Ruiz Zafón, los que se han difuminado entre la bruma, tras la sombra del viento. Pero aún resuenan en forma de once relatos, de los que componen esta antología zafoniana. Él confió la tarea al editor para que estos cuentos formasen una obra con entidad propia aunando tres inéditos con otros rescatados de diversas publicaciones.
De figuras de vapor tiene mucho esta recopilación de cuentos que Ruiz Zafón planteó como un reconocimiento a sus lectores. El mejor homenaje es leer al maestro. #Reseña: @GinesJVera @edit_planeta @ZafonOficial. Share on XLa Ciudad de Vapor es una ampliación del mundo creado por Ruiz Zafón con La sombra del viento y, por ende, con la saga de El Cementerio de los libros olvidados. Barcelona aparece desde el primero de los relatos, «Blanca y el adiós», hasta el penúltimo, «Gaudí en Manhattan», como si la contemplásemos desde la doble mirada literaria y bajo el influjo de Ruiz Zafón. Leer estas historias es como abrir las páginas para cerrar los ojos y sumergirse en calles de otra época, desde la medieval a mediados del siglo XV en «Rosa de fuego», al siglo de Cervantes, al que vemos en «El Príncipe de Parnaso»; de principios del siglo XX a los años posteriores a la Guerra Civil. Habrá quienes reconozcan a algunos personajes de la tetralogía de El Cementerio de los libros olvidados o algún objeto o lugar, pues ese fue también el vapor en el que quiso envolver a aquellos y a nosotros, con estas historias, Ruiz Zafón.
La Ciudad de Vapor es una ciudad en sí misma, con calles iluminadas por el sol de cobre de la mañana o por las sombras etéreas de la noche. El personaje de David en el relato inicial le contará historias a Blanca, aunque no de princesitas, ella se lo pide así, sino historias de brujos, maleficios y besos envenenados. Quizá como si David fuese el pequeño Carlos Ruiz Zafón y nosotros esa Alba caprichosa oímos en La Ciudad de Vapor historias de un dragón sobrevolando Barcelona. O de Miguel de Cervantes llegando de noche acompañado de una joven italiana. Calles e historias como recorriendo un laberinto, sin ser el del Edmon de Luna, con precaución de no tropezar con el protagonista de «Hombres de gris» en la calle Platería o el edificio con la fecha 1866 inscrita en su atrio del relato «La mujer de vapor». Quizá sí podamos oír a Gaudí al pasar cerca de la Sagrada Familia, sobre todo al leer «Gaudí en Manhattan», quizá el vapor de La Ciudad de Vapor se convierta en niebla a modo de despedida bucólica del sinigual Ruiz Zafón al leer «Apocalipsis en dos minutos».
#LaCiudadDeVapor es una ciudad en sí misma, con calles iluminadas por el sol de cobre de la mañana o por las sombras etéreas de la noche. #Reseña: @GinesJVera. @edit_planeta @ZafonOficial. Share on XQué mejor homenaje al maestro Ruiz Zafón, al hacedor de historias, al verdadero creador de El Cementerio de los libros olvidados que leyendo este La Ciudad de Vapor con la certeza de que en el verdadero cementerio de libros creado por él ha ingresado recientemente un volumen de relatos y un nuevo cuidador de libros donde se sentirá feliz al fin para siempre.
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